9. Donde hay muerte, siempre la habrá

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El espantoso frío de la madrugaba le calaba hasta los huesos; y a decir verdad, Harry no sabía a ciencia cierta si el temblor de su cuerpo se debía a ese frío, o al hecho de saber cuál era su destino. Entonces se preguntó: Si él siempre tuvo como final morir esa misma noche a manos de Volodemort ¿Qué sentido tenía saber el terror que pasaría la humanidad luego de su muerte? ¿A caso en otra línea temporal él había sido tan cobarde como para huir de su destino y permitir que Voldemort se saliera con la suya? Sea como sea la respuesta, las cartas estaban echadas y su suerte leída.

A paso lento continuó con su camino por los restos de un castillo solitario. El corazón le golpeaba en el pecho como un pájaro desesperado; quizá intuía que el tiempo se le estaba agotando. Dio un apretón en su pecho por sobre su ropa, tratando de calmarlo. Antes de llegar a la entrada del colegio se colocó la capa de invisibilidad, rogando internamente por que alguien lo viera y lo detuviera; pero la capa, como siempre, resultó indetectable, perfecta.

En la entrada, Neville estuvo a punto de tropezar con él; volvía de los jardines con otro compañero, los dos cargando un cadáver. Harry lo miró, y sintió el golpe sordo en su estómago: Colin Creevey, pese a ser menor de edad, debía haber vuelto al castillo a escondidas, igual que Crabbe y Goyle (Draco se sintió traicionado y herido al saber que ellos eran fieles seguidores de Voldemort. Era un golpe bajo; a pesar de que ya sospechaba hacían quien estaba dirigida su lealtad)

— ¿Sabes qué? Puedo con él yo solo, Neville —Dijo Oliver Wood, y se echó a Colin al hombro para llevarlo al Gran Comedor.

Neville se apoyó un momento en el marco de la puerta y se limpió el sudor de la frente con el dorso de su mano. Lucía como un anciano. Luego bajó los escalones de piedra de nuevo y fue en busca de más compañeros caídos.

Harry echó un vistazo al Gran Comedor. La gente iba y venía por la estancia intentando consolarse mutuamente, reponiendo fuerzas o arrodillándose junto a los muertos; pero Harry no vio a ninguno de sus seres queridos: no había rastro de Hermione, Ron, los Weasley, Luna o Draco. Habría dado todo el tiempo que le quedaba por volver a verlos una vez más, por volver a tener a Draco en un abrazo como el que habían tenido esa misma noche, por darle un último beso; pero, en ese caso ¿habría tenido fuerzas para alejarse de ellos? ¿Habría tenido el coraje para decirle el "Adiós" definitivo a Draco? Era mejor así.

Bajó los escalones. Eran casi las cuatro de la madrugada y los jardines estaban sumidos en un silencio sepulcral. Recorrió el lugar con la mirada y vio a Neville, que estaba inclinado sobre otro cadáver.

Sabía Harry, que ese chico que venía del futuro se haría cargo del horrocrux faltante, después de todo, esa era la principal razón de su viaje, "acabar con Voldemort"; pero entre más personas buscando destruirlo, más fácil sería cumplir con el objetivo; así que, luego de sacarle el susto de su vida a Neville, le informó acerca de Nagini y que si tenía la oportunidad, que la aniquilara.

Luego de ello, siguió su camino bajo la capa de invisibilidad y llegó al lindero del bosque prohibido. Una vez allí se detuvo.

Por sobre los árboles, logró vislumbrar un enjambre de dementores que se deslizaban formando un cielo aún más oscuro que la noche. Al sacarse la capa una vez más, volvió a sentir el frío calarle los huesos. No le quedaban ya fuerzas para hacer un patronus, ni controlaba ya sus temblores. Dio una última mirada al castillo en penumbras, logró ver la difusa silueta de Neville transportando a los caídos.

— Es un alivio ver que no se levantan después de muertos —Aquella voz le hizo respingar y girar bruscamente.

Un par de metros más allá se encontraba Daniel caminando hacia él, con su hurón blanco avanzar a su lado. Tal vez era por la escasa luz, pero el pelaje de Edwin, parecía relucir, como si brillara, era como una sombra blanca escurriéndose en el negro suelo.

El último díaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora