2. Solución

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— ¿Por qué no funciona? —Respiró hondo y lento para evitar un ataque de tos, al tiempo que mesaba sus cabellos hacia tras y miraba con frustración el pequeño aparato mágico en la mesa.

Era el quinto intento que hacía para arreglar el giratiempo roto de su padre y no parecía que el dichoso artilugio funcionara. Los pocos avances que había logrado obtener parecieron haber retrocedido.

Aun recordaba la pequeña emoción que sintió cuando el giratiempo le regreso una hora antes en el tiempo, pero ahora no regresaba ni un mísero segundo y aquello solo lograba que sintiera un enorme deseo de arrancarse los cabellos de desesperación.

Necesitaba que el giratiempo funcionara porque ese era su boleto para arreglar las cosas, o al menos para ponerle un freno al inminente final del mundo que parecía acercarse a pasos agigantados.

Las cosas cada vez eran peores: el agua ha comenzado a escasear y tal parece que esta vez, el aguamenti no lo podría solucionar. Las tierras del huerto mágico cada vez se están volviendo infértiles lo que reducía de sobre manera las porciones en las horas de comida. Afuera, el número de inferís aumentaban alarmantemente pues el sistema de seguridad de Raya comenzaba a fallar. El clima se estaba volviendo insoportable con tardes de hasta 53°C y noches de -10°C, lo que provocaba que la poca y escasa vegetación que aún existía muriera en un abrir y cerrar de ojos. Los vientos traían restos de radiación de plantas nucleares que habían explotado años atrás por falta de mantenimiento, haciendo que sus síntomas de la muerte negra se complicaran cada vez más.

Aquello los obligaba a salir de su refugio en busca de otras alternativas para sobrevivir, pero era algo que tampoco querían hacer seguido, pues tantas salidas atraerían más inferís y al mismo tiempo a saqueadores, otros magos y muggles en busca de refugio.

Por eso necesitaba el giratiempo, porque la cuenta regresiva había comenzado y no tenía otra forma de solucionar el gran problema que había en la tierra. Draco no sabía manipular la medicina como un médico o un medimago, no sabía si existía la forma de erradicar a los inferís sin tener de por medio aniquilar a los pocos sobrevivientes que aún hay. Y en caso de que hubiese una posible solución, el mundo ya estaba diciendo a gritos que está agonizando. El mundo ya está enfermo y ya no había remedio. El tiempo se les acabaría a todos, ya no habría un futuro, ya no habría un quizá, ni mucho menos un mañana. Por eso ponía tanto empeño en arreglar el giratiempo roto de su padre, porque la salvación no estaba en el presente ni el futuro, sino en el pasado.

Con otro suspiro lento y profundo, miro una vez más aquel pequeño reloj de arena. Ya lo había desarmado y lo vuelto a armar, tratando de entender el funcionamiento de este, buscando piezas que pudiera sustituir a las rotas, probando con encantamientos y hechizos para su correcto funcionamiento. Revisando una y otra vez sus notas en donde se veía la estructura del giratiempo, las piezas importantes y algunas teorías de que era lo que realmente lo hacía funcionar.

Con coraje y rabia lanzó las hojas sobre su escritorio, quedando todas esparcidas en diferentes puntos de su cuarto de trabajo.

— ¡Es inútil! —Susurró para sí mismo sintiendo un nudo en la garganta. Jamás se había sentido tan inútil y tan impotente frente algo tan pequeño como el giratiempo.

Sus ojos se rozaron al tiempo en que llevó una mano a su estómago donde estaba su segundo problema. La muerte negra avanzaba rápido, pronto se marcharía de aquel infierno pero no quería dejar solo a Daniel, no quería que se quedará en la soledad como una vez lo hizo la anciana Raya. No quería dejar a Daniel un mundo podrido, era quizá un deseo egoísta y un sueño imposible, pero él sabía, sabía que podía hacerlo; no Daniel, no otra persona, él, Draco podía arreglarlo pero justo en ese momento sus frustraciones y sus demonios internos podían más.

El último díaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora