15. Conmoción

743 36 3
                                    

Por la mañana, en la cocina se encontraban Harry y Draco tomando una taza de café para comenzar el día. Draco no dejaba de observar la argolla de oro blanco que descansaba en su dedo anular izquierdo, al tiempo que miraba discretamente a Harry beber de su taza con una sonrisa y cerraba los ojos como degustando del aroma del sencillo y horrible café instantáneo. 

Aun le parecía una locura que después de que todo el día anterior se estuviera partiendo la cabeza pensando en que Harry lo dejaría y se iría con Ginny; ahora se alegraba que aquello solo hubiesen sido tonterías producto de su imaginación. Más aún, estaba aliviado de que a pesar de que había desconfiado de él y encima le hubiera sugerido abandonarlo, este aun se mantenía a su lado y como si eso no fuese suficiente prueba de su amor, le proponía matrimonio. Draco simplemente no sabía en que momento se había enamorado tanto de Harry. 

Luego estaba el tema de Daniel. No se podía sacar de la cabeza la prueba irrefutable de que sabía aquel cuento perteneciente a su familia. Draco en más de una ocasión y por pura curiosidad, lo había buscado en la biblioteca de Hogwarts, en bibliotecas familiares de sus amigos y librerías; nunca lo encontró a pesar de haber explicado a muy grandes rasgos el contenido del supuesto libro a los encargados. No había nada, nadie sabía o había escuchado algo de aquella historia. Sabiendo esto, Draco estaba seguro de que Daniel solo pudo escuchar aquel cuento de algún Malfoy (no quería pensar en que él había sido, pues eso sería aceptar por completo la historia del viajero en el tiempo) o bien, si había un libro con aquella historia. 

Por otra parte y dejando de lado aquel cuento, también estaba la varita de aquel chico !era idéntica a la suya! ¿cómo era eso si quiera posible? No había dos varitas iguales y mucho menos idénticas, ¿eso significaba que Daniel era su...?

—Buenos días —Saludó Ron, entrando a la cocina con el cabello revuelto y la cara hinchada de tanto dormir. Interrumpiendo sus pensamientos.

—Buenos días —Respondió Draco un poco ausente.

—¿Café? —Ofreció Harry, quien ya iba por su segunda taza de la mañana. 

Ron negó suavemente —Solo agua para té. Hermione amaneció enferma del estomago, supongo que algo le cayó mal porque también yo siento cierto malestar. 

Draco arqueó una ceja con cierto interés al tiempo que continuaba bebiendo de su café. Luego Harry precedió a poner al fuego el agua que su amigo le había pedido. 

—Tal vez algo de lo que cenaron en la madriguera, por cierto, ¿a qué hora llegaron? —Draco vio a Ron suspirar y sentarse pesadamente a la mesa. 

—No sé. Era tarde, o temprano según lo veas —Dijo para después lanzar un largo bostezo—. Quizá era mejor pasar la noche en casa de mis padres, pero hoy debemos ir al ministerio —Aquello lo dijo mirando a Harry quien asintió— y Hermione dijo que te ayudaría con las heridas de Snape —Comentó para Draco quien también asintió y dio otro trago a su taza. 

—Anoche conseguí algunos de los ingredientes que hacían falta para la... 

—¡Hombre. Si lo hiciste! —Exclamó Ron con los ojos bien abiertos y apuntando a Draco. 

El pelirrojo se puso de pie de un salto sin quitarle la vista de encima a la mano de Draco, como si toda pizca de sueño hubiese desaparecido de repente. Este frunció el ceño por haber sido interrumpido y por no saber de qué hablaba; fue hasta que bajo la mirada que vio su anillo e inevitablemente sintió su cara enrojecer. 

—¿Acaso lo dudabas? —Dijo Harry fingiendo indignación junto a una sonrisa de orgullo. 

—Jamás, hermano; pero tampoco negaras que Draco esta demasiado mimado y cualquiera imaginaría que debías haber hecho el macroevento para esto. 

El último díaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora