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Al terminar las horas de clase, cada uno se fue a su casa. Lautaro iba tranquilo por la calle hasta que vió un auto fuera de su casa. Se le hacía muy familiar.

Algo dudoso entró, encontrándose con sus tíos que no veía hace tiempo. Con una sonrisa algo falsa los saludó. Lo ponía medio incómodo saludar familiares que no veía hace tiempo. Luego de una charla que no duró más que unos segundos, dijo que se iría a su habitación a terminar algunos trabajos de la escuela.

Iba caminando por el largo pasillo, hasta que escuchó la puerta del baño abrirse. Al ver eso ojos celestes que lo habían acompaño gran parte de su infancia no pudo evitar sorprenderse.

Era Valentín, su primo, hijo de sus tíos que se encontraban en casa en ese momento, obviamente. Sentía una rara sensación al verlo, como que por un lado lo había extrañado pero por el otro no habían tantos recuerdos.

— Mm, hola.— dijo Lautaro con toques de timidez parado en la entrada de su habitación.

— Tanto tiempo Lauti.— sonrió Valentín.

Puta madre, que sonrisa que tenía el hijo de puta.

Valentín era mayor de edad. Lautaro sabía que no lo podían ver muy seguido ya que, el mayor tenía que esconderse del exterior, gracias a que se había escapado del obligatorio servicio militar. Hacía más de dos años que nadie sabía nada de él.

El silencio que se tornó invadió de incomodidad al menor. Él no era un chico de muchas palabras pero Valentín era todo lo contrario.

— ¿No me extrañaste? Hace bocha que no nos vemos.— dijo Oliva dando indicios para entrar en la pieza de Lautaro.

Padín indirectamente lo dejó pasar. Mientras él se sentaba en la cama, el mayor miraba con detalle cada parte del pequeño cuarto.

— Y mucho no me acuerdo de nosotros.— rió.

— Bueno, yo de vos me re acuerdo.

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