☔0 1 2☔

314 51 21
                                    

0 1 2

— ¿Y cómo sabes si te gustan los chicos?— preguntó Eduardo con un tono muy inocente. Esto era un nuevo mundo para él, y quería estar informado para entender a su amigo.

— No sé, no entiendo mucho como es la mecánica de ser puto.— Lautaro se encogió de hombros.

Se encontraban ambos chicos acostados en la cama de Padín mirando al techo, viendo unas pequeñas calcomanías en forma de lunas y estrellas que brillaban en la oscuridad de la apagada habitación.

Pero alguien encendió la luz de la pieza cegando a los chicos con la fuerte iluminación amarilla que producían las lámparas.

— Perdonen, venía a buscar un poco de ropa.— se disculpó Valentín entrando sin pedir permiso. Se encontraba todo mojado con solo una toalla en la cintura, dejandole mucho que imaginar a los dos amigos que no le sacaban la vista de encima.

— S-si, no hay problema. Pasá.— sonrió Lautaro algo nervioso. No podía creer lo que le ocasionaba su primo.

Eran sensaciones raras, y bastante incestuosas. Pero Lautaro, por suerte, desconocía el significado de la palabra incesto.

Tragó saliva. Se sentía tan incómodo al recordar la noche anterior. Fue algo tan extraño e imprevisto. No se habían visto hace tanto tiempo, recién se estaba por cumplir una noche desde que Valentín había llegado a su casa, ni siquiera lograron cruzar más de cinco palabras y ya se había dejado masturbar por él.

Aunque, con esos ojazos celestes y esas manos, era imposible no dejarse tocar por él.

miedos☔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora