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— ¿Y ese pibe?— preguntó Eduardo mirando fijo a la puerta por dónde había salido Valentín luego de buscar su ropa. La verdad, algo de ese rubio de ojos claros le había llamado la atención.

— Mi primo.— dijo acostándose para seguir con la mirada en el techo como antes de que Oliva entrara.— Está quedándose en casa porque lo busca la poli. Anda en esos grupos guerrilleros igual que vos.— al decir eso recordó algo super importante.— Me acordé.— se sentó.— ¿Qué onda que tenés tu cara hecha mierda?

— Nada, la cana me golpeó un poco.— sonrió.— Pero vos sabés que siempre safo de esos quilombos.

Lautaro sabía que algún día eso no sería así y a Eduardo le pasaría lo peor, o tendría que andar escondiéndose de los militares como Valentín. Y para él era mejor eso, a que algún día muera por meterse en esas boludeces.

La noche de ese mismo viernes llegó rápido. Padín aprovechó de que su padre no iba a estar ese fin de semana en casa, quien sabe porque, para invitar a dormir a Eduardo ese día.

Después de la cena, se encontraban nuevamente en la habitación de Lautaro, preparando el lugar donde Cacha dormiría. Luego de sacar el colchón, y ponerle las sábanas y frazadas necesarias cada uno se sentó en su lugar.

Dos golpes en la puerta y Valentín entró, como si nada, otra vez.

— Perdonen, tengo que sacar ropa.— rió.

— ¿No querés quedarte un rato?— preguntó Eduardo mirándolo con una sonrisa bastante amistosa, para nada era su onda ser así con gente desconocida.

¿Qué le pasaba?

Lautaro no tenía muchas ganas de que su primo les haga compañía, se sentía medio incómodo con su presencia, pero tuvo que aguantar que se quede ahí.

Prefería mil veces estar con Valentín a solas, era mucho más divertido así.


miedos☔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora