Pared con pared - Parte 1.

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La gente normal conoce a sus vecinos cuando se muda.

En el ascensor, en las juntas de toda la comunidad, en las escaleras, bajando la basura, en cualquier rellano.

Y sin embargo, Alba no sabía por qué demonios no conocía aún a su vecina de enfrente.

Era el misterio mejor guardado de aquella comunidad.

Sabía que era una chica, porque cantaba a todas horas. La verdad es que para todo el ruido que hacía, Alba tenía pocas quejas. La vecina tenía una voz muy bonita.

De vez en cuando las nuevas compañeras de universidad de Alba iban a visitarla. Marta se reía cada vez que se escuchaba como al otro lado de la pared la vecina rasgueaba una guitarra o aporreaba el piano.

-¿No te molesta? - Preguntaba, bebiendose una lata de cerveza. Alba siempre negaba y después miraba a la pared, suspirando.

El misterio de la vecina se hizo popular entre las amigas de Alba. Todas querían saber quién era aquella chica tan escandalosa que no aparecía nunca en ninguna reunión del edificio ni se la veía jamás bajando la basura o en un rellano.

-Tal vez es un vampiro. - Teorizó María, otra de las compañeras de Alba, que también bebía cerveza, aunque a diferencia de Marta, iba ya por la tercera. - Y solo sale a altas horas de la madrugada y por eso no la ves nunca.

- No creo, dormiría por el día en vez de hacer ruidos. - Contradijo Julia, la última de las amigas del pequeño grupo. - Además si fuera un vampiro ya habría aprendido a tocar el maldito piano, llevaría años haciéndolo, es inmortal.

- ¿Y si es un vampiro que ha descubierto recientemente su afición por la música y por eso aún no domina el piano? - Se quejó Marta, haciendo reír a Alba.

- Chicas, yo creo que simplemente es una vecina muy reservada pero apasionada de la música. - Expuso esta última.

Misteriosamente, los dos días siguientes apenas se escucharon ruidos, cosa que extrañó a Alba. Casi tuvo ganas de llamar a la puerta de su vecina para preguntar qué había pasado con la música.

De pronto, mientras dormía la siesta en el salón el sábado por la tarde, se empezaron a escuchar gritos a través de la pared. Alba pudo distinguir la voz de un chico y de la vecina, y tras unos quince minutos, un golpe muy fuerte contra la pared y un portazo.

Se levantó del sillón, tranquilizando a su gata, que estaba anteriormente dormida junto a ella en el sillón, y después se puso las zapatillas. Estaba preocupada por el último golpe, así que abrió la puerta y salió al rellano. Pegó la oreja a la puerta de la vecina, y dentro parecía reinar el silencio.

Llamó al timbre, entre el miedo y la desconfianza.

Unos segundos después escuchó unos pasos y tras eso la puerta se abrió, dejando entrever a una chica morena, bastante más alta que ella, con el pelo un poco por encima de los hombros, una cara muy atractiva, ojos penetrantes y un septum en su nariz, además de varios tatuajes en los brazos. Le sorprendió que aquella fuera su vecina, parecía una estrella del rock por como iba vestida, con pantalones negros rasgados y una camiseta de tirantes que dejaba ver debajo un sujetador negro de encaje.

- ¿Necesitas algo? - Preguntó la chica, con la voz ronca, al ver que la rubia que había quedado parada mirándola, casi embobada.

Alba observó mejor sus ojos. Parecía que acababa de llorar, el rímel estaba corrido levemente, apenas perceptible pero aún así sospechoso.

- Soy Alba. Vivo ahí enfrente. - Indicó su propia puerta con la mano. - He oído unos gritos y un golpe... No sabía exactamente qué estaba pasando así que he decidido comprobarlo.

the one with the two girls in loveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora