Capítulo 1

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Aquella mañana Adeline despertó de su terrible pesadilla, la chica de cabellos oscuros, sus ojos color carbón  que se aclaraban más con el sol, su delgado cuerpo que parecía tan frágil cómo una pluma y sin dudar alguna sus pequeñas pero significat...

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Aquella mañana Adeline despertó de su terrible pesadilla, la chica de cabellos oscuros, sus ojos color carbón  que se aclaraban más con el sol, su delgado cuerpo que parecía tan frágil cómo una pluma y sin dudar alguna sus pequeñas pero significativas cicatrices.

Todo en ella era soledad, aburrimiento, tristeza y sobre todo anhelo. Ella deseaba que cuando cerrara los ojos no volviera jamás a ese mundo en el que vivía. Así por fin su sufrimiento habría acabado y no tendría que soportar los regaños y castigos de las personas que cuidaban de ella, en un orfanato. Cada día era lo mismo, despertarse, no ver la luz del sol, alimentarse de lo poco de comida que le podían ofrecer y sobre todo, estar sola. Aunque era algo que no le importara en absoluto, las compañeras de cuarto apenas le dirigían la palabra y eso a ella no le incomodaba pero aún así podía sentir el desprecio que ellas le daban. Cada día se volvía más débil, más frágil, más triste de tener una miserable vida. De haber perdido a sus padres y que su familia no haya sido capaz de aceptarla, de darle amor y sobre todo un hogar.

Su esperanza se fue cuando cumplió los 11 años, había pasado demasiado tiempo y aún así nadie la quería adoptar, las personas que venían decían que no querían tener a una niña enferma en su casa, no querían a una niña frágil que siempre sufría por cosas insignificantes, pero para ella eso importaba más que cualquier cosa. Perder a tus padres es difícil pero Adeline pudo acostumbrarse a no tenerlos cerca, a no sentir amor de esas personas especiales.
Y es por eso que aunque ella sufra, tratará de seguir adelante. Su esperanza se había ido y cuando fue creciendo entendió que nadie la quería, nadie quería a una niña débil, frágil y sobre todo ingenua.

Adeline, una joven de 16 años que a pesar de las circunstancias sigue de pie, sigue luchando y teniendo poca certeza de que alguien vendrá a adoptarla.

—¡¡levántate!! —una mujer encargada de cuidar a los niños, aventó un balde de agua fría hacía Adeline.

La niña se levantó de golpe, asustada y temblando de frío. Adeline decidió hacer silencio, no le gustaba discutir y tampoco hablar con nadie. Sólo obedecía las órdenes y trataba de soportarlas.

—tienes que lavar el baño, ¡¿qué no me escuchas?!  ¡¡Hazlo, ahora!! —la mujer agarró del brazo a la niña y la levantó de la pequeña y vieja cama en donde apenas podía dormir.

La llevó directo al baño y la aventó al piso. La joven empezó a llorar en silencio, esto pasaba todos los días y ya se había acostumbrado a guardarse el dolor. Eso no hacía que las cosas mejoraran.

—¡¡Espero que hayas terminado cuando regrese, no quiero tener que golpearte cómo la otra vez!! —la mujer salió del asqueroso baño y cerró la puerta de golpe.

Adeline apenas podía ver bien, las lágrimas y el golpe cerca de su ojo no le permitían ver con claridad. El baño era horrible, olía mal y estaba lleno de suciedad. En la orilla del baño se encontraban los materiales para limpiarlo, ella los conocía a la perfección pues cada día los utilizaba. No esperó más y se dispuso a lavar, a tallar y a acomodar todo en su lugar.

La mujer era una de las personas que más odiaba en su vida, era la única que la golpeaba y maltrataba. Cuando quiso levantarse del piso sus piernas fallaron, le dolieron y muy apenas podía sostenerse de algo, ella se resbaló y cayó al suelo. Tembló de miedo, de dolor. Su cuerpo era demasiado frágil, no comía y se le notaban demasiado las costillas, sus piernas parecían un palillo. Todo en ella representaba huesos, dolor y sufrimiento.

La chica lloraba, quería que su vida terminara para siempre, que no volviera a abrir los ojos y no volver a sentir los golpes de esa mujer.

—ya terminas...—la mujer al momento de entrar encontró a Adeline tirada en el suelo sollozando.

—¡¡mocosa estúpida!! ¡¡Levántate!! —la mujer agarró el cabello de la joven y de un sólo tirón la levantó, se podía decir que la mujer estaba enfadada.

Adeline lloró más, le ardía el cuero cabelludo y pudo notar que hasta le había arrancado mechones de su cabello.

—¡¡deja de llorar!! —uno, dos, tres golpes recibió la joven. Su mejilla estaba roja y Adeline dejó de sollozar.

La mujer la sacudió y la hizo ponerse de pie, que le mirara a la cara. En un agarre fuerte sostuvo su mejilla y con sus dedos fríos y delgados la mantuvo fija.

—hay alguien de visita, viene a adoptar. Obedece, sino vas a ser la única huérfana del orfanato.—la mujer gritó y la dejó de nuevo en la pequeña habitación.

La joven rendida volvió a acostarse en su cama, cansada y siendo negativa. Ella sabía perfectamente que nadie la iba a querer, nadie la iba a adoptar por ser débil y fea. Apunto de cerrar sus ojos para caer en un sueño profundo, alguien abrió su puerta.

La mujer que anteriormente le había hecho daño ahí se encontraba pero no estaba sola, había alguien a su lado.
Por la luz, la joven no pudo distinguir quién era, si era hombre o mujer. Sólo escuchó la voz de aquella persona, tenía una altura imponente y entonces pensó...

Puede que esa persona sea mi salvación, el que resuelva mis males, la persona que me dé un hogar.

Y antes de que cerrara sus ojos, escuchó:

—...La quiero a ella.

Por último, una sonrisa de paz y alegría llenó por completo su rostro y su corazón. Podría ser una persona bondadosa, alguien que la amará de verdad o bueno, eso pensó ella antes de volverse a dormir.

Alas sombríasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora