Capítulo 42

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Desperté en un lugar frío, por no decir que me estaba congelando

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Desperté en un lugar frío, por no decir que me estaba congelando. Claro que recordaba lo que había pasado y estaba muy molesto, conmigo mismo y con Natalia por dejarme solo. De tanto pensar, mi mente se había hecho un caos así que tiré esos pensamientos muy lejos de mí. Una joven se encontraba a mi lado, tenía un trapo en sus manos y puso una cara extraña cuando la miré detenidamente. Mejillas rosadas, nariz pronunciada, ojos azules, dos trenzas caían por sus hombros también azules y sus manos heladas. Era ella, no de nuevo.

Khaleessi Elizabeth III, princesa de hielo. Mis ojos se cerraron y me volví a acostar en la pequeña cama que muy apenas cabía.

—¿Cuándo será el día en que deje de estar en problemas? —bufé con tristeza.

Me molestaba tanto conocer a personas, otros lugares. A pesar de que tenía muchísimos años viviendo en el mundo humano jamás me acostumbraba. No me gustaba hacer amistades y menos hablar con la gente. Solía ser muy seco y de pocas palabras.

—dejarás de estar en problemas cuando aceptes tu destino de una vez por todas... —habló la mujer con tono arrogante.

Su voz era melosa y algo hostil pero eso era lo que menos me importaba, debía salir de aquí cuanto antes. Había algo en juego, tenía que salvar a Adeline de todos, de los demonios. Otro muchacho entró en la habitación, no le había prestado atención realmente porque eso no era lo que importaba, yo solo quería salir de aquí. Este se acercó a la chica y le susurró en el oído, me miró de soslayo y me sonrió.

¡Qué extraño chico!

Él lucía varonil, ropas elegantes, una bufanda en el cuello de un color azul aqua y su cabello gris que resaltaba más que todo. Sus ojos morados, preciosos y que no se comparaban con los ojos de Alaia; esa mujer que solo había llegado para arruinarme la vida. El hombre bajó la cabeza y se retiró sin decir ni una sola palabra. Me confundí por su presencia y eso lo notó la princesa.

—es mi aliado, Viktor. —dijo ese nombre extraño y yo parpadeé con indiferencia.

No me importaba en lo más mínimo pero no quería ser grosero. Ella se levantó de su silla y dejó el balde de agua junto con el trapo en una mesa cerca de la puerta. El cuarto tenía paredes azules, copos de nieve estaban incrustados en estas y era lo que menos esperaba de este lugar. Un candelabro de cristal colgaba en el centro de la habitación, las luces eran leves y daban un poco de iluminación no tan exagerada. La nieve cubría las ventanas así que no se podía ver nada, todo estaba hecho de cristal, de hielo. Las mesas eran de hielo, los soportes de la cama también eran de hielo a excepción del colchón en donde dormía, un gran alivio. Suspiré y me acosté de nuevo en la cama, no tenía ganas de hacer nada.

—¿por qué me quiere el rey del inframundo? —preguntó la mujer tan inesperado que salté en mí sitio.

Yo solo levanté la cabeza y la vi ahí, parada y con los brazos cruzados. Sus ropas eran de igual de elegantes que su otro amigo. Brillantes, sedosas, blancas y con tonalidades azules. Una túnica cubría casi todo su cuerpo a excepción de su rostro que se mantenía indescifrable. Sus trenzas azuladas me causaron gracia por no decir que me moría de risa... pero este no era la ocasión.

Alas sombríasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora