Capítulo 4

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—¿ya terminaste?—habló con burla, sus ojos juguetones me miraban con una diversión perversa

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—¿ya terminaste?—habló con burla, sus ojos juguetones me miraban con una diversión perversa.

Yo no estaba jugando, me sentía atraída a esa belleza. No quería hacerlo, no quería caer en su trampa. Tenía en cuenta que era inexperta y era la primera vez desde hace tiempo que salía a la ciudad. No conocía los peligros, no conocía a su gente. Sus ojos eran tan encantadores pero tan hipnotizantes que no podía dejar de verlos.

—¿de qué? —pregunté confundida, su cercanía me ponía algo incómoda.

Mis brazos intentaban moverse en el pequeño espacio que me dejaba. No podía moverme más pues su mano fría agarraba mi muñeca no con tanta fuerza.

—de la inspección de mi rostro—sonrió de nuevo enseñando su perfecta dentadura.

Sus cejas espesas se curvearon un poco, seguía divirtiéndose. Mostraba un aura descomunal, un aire de grandeza que nadie iba a poder quitarle.

—bueno... ¿ya nos podemos ir? Está oscureciendo. —realicé una mueca y traté de alejarlo de mí pero él se pegó más.

Su cercanía me tenía harta, estaba nerviosa y jamás me había relacionado con hombres. Sus ojos profundos y al parecer vacíos me decían algo más que miradas. Quería preguntarme algo, quería saber más de mí pero yo ya estaba desesperada, quería irme pronto.

—¿por qué tanta prisa? ¿Tienes algo qué hacer? —me miró con curiosidad, no sabía cuál era la diversión de todo eso.

Él me había asustado, me había sorprendido cuando menos lo esperaba. Debió de haber hecho una entrada menos aterradora porque al principio pensé que era un secuestrador. Jamás se lo iba a decir en su cara, me daría pena. Pero tenía una actitud peculiar, no creía que fuese amigo cercano de Arael. Parecían ser muy opuestos en todo sentido; Arael irradiaba calidez, honestidad y amabilidad mientras que él era un caos para mí y para el mundo.

—no, sólo que de esta manera me pone incómoda. Así que... ¿te puedes mover? —pregunté al borde de la frustración.

Arael ya debería estar en su departamento, debería estar bien junto con Natalia. Nosotros estábamos perdiendo el tiempo en idioteces y en cosas que realmente no valían la pena. O él era muy tonto o simplemente así era su estilo.

—¿por qué incómoda? —rió cínicamente, todavía preguntaba lo obvio.

Intenté de nuevo forcejear pero era inútil, él era muy pesado y alto. Parecía estar jugando con mis nervios y mi corazón pues cada vez me hacía enfurecer más. Odiaba a la gente que quería pasarse de lista conmigo, no es que yo fuese una persona inteligente, sino que me molestaba que intentarán hacerme sentir más tonta e inútil.

—no tengo porqué darte explicaciones y muévete. —lo empujé con fuerza pero él muy apenas se movió.

Le miré suplicante y de una manera asesina. Ya quería irme de ahí, la noche pasaba y dejaban de oírse los ruidos de la ciudad. Estábamos perdiendo el tiempo.

Alas sombríasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora