11. El hombre de las dos caras.

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Es Quirrell.

—¡Usted! — exclama Harry.

Quirrell sonríe. Su rostro no tiene ni sombra del tic.

—Yo — dice con calma — me preguntaba si me iba a en­contrar contigo aquí, Potter y veo Gryffton también de la misma calaña.

—Pero yo pensé... Snape...

—¿Severus? — Quirrell ríe, y no es con su habitual so­nido tembloroso y entrecortado, sino con una risa fría y agu­da — Sí, Severus parecía ser el indicado, ¿no? Fue muy útil tenerlo dando vueltas como un murciélago enorme. Al lado de él ¿quién iba a sospechar del po-pobre tar-tamudo p-profe­sor Quirrell?

Con Harry nos cuesta aceptarlo. Aquello no puede ser verdad, no puede ser.

—¡Pero Snape trató de matarme!

—No, no, no. Yo traté de matarte. Unos segundos más y te habría hecho caer de esa escoba. Y ya lo habría conseguido, si Snape no hubiera estado murmurando un contramaleficio, tratando de salvarte y que alguien más lo ayudara.

- Me hago responsable de eso, con orgullo - le digo.

—¿Snape trato de salvarme a mí?

—Por supuesto — dice fríamente Quirrell —. ¿Por qué crees que quiso ser árbitro en el siguiente partido? Estaba tratando de asegurarse de que yo no pudiera hacerlo otra vez. Gracioso, en realidad... no necesitaba molestarse. No podía hacer nada con Dumbledore mirando. Todos los otros profesores creyeron que Snape trataba de impedir que Gryffindor ganase, se ha hecho muy impopular... Y qué pér­dida de tiempo cuando, después de todo eso, voy a matarte esta noche.

Quirrell chasquea los dedos. Unas sogas caen del aire y se enroscan en nuestro cuerpo y nos sujeta con fuerza. Me impide tomar mi varita, maldito.

—Al parecer son demasiado molestos para vivir, Potter y Gryffton. Deslizán­dose por el colegio, como en Halloween, porque me descubrieron cuando iba a ver qué es lo que vigilaba la Piedra.

—¿Usted fue el que dejó entrar al trol?

—Claro. Yo tengo un don especial con esos monstruos. Desgraciadamente, cuando todos andaban corriendo por ahí para buscarte, Snape, que ya sospechaba de mí, fue directa­mente al tercer piso para ganarme de mano, y no sólo hizo que mi monstruo no pudiera matarte, sino que ese perro de tres cabezas no mordió la pierna de Snape de la manera en que debería haberlo hecho...

Hice una pausa:

—Ahora, espera tranquilo, Potter. Necesito examinar este interesante espejo.

De pronto, con Harry vemos lo que esta detrás de Quirrell. Es el espejo de Oesed. He leído sobre él y dudo que él sepa como funciona.

—Este espejo es la llave para poder encontrar la Piedra — murmura Quirrell, dando golpecitos alrededor del mar­co — Es de esperar que Dumbledore hiciera algo así... pero él está en Londres... Cuando pueda volver, yo ya estaré muy lejos.

Lo único que se le ocurre a Harry es tratar de que Quirrell siga hablando y dejé de concentrarse en el espejo.

—Lo vi a usted y a Snape en el bosque... —dice de golpe.

—Sí — dice Quirrell, sin darle importancia, paseando alrededor del espejo para ver la parte posterior — Me esta­ba siguiendo, tratando de averiguar hasta dónde había llegado. Siempre había sospechado de mí. Trató de asustar­me... Como si pudiera, cuando yo tengo a lord Voldemort de mi lado...

Quirrell sale de detrás del espejo y se mira en él con enfado.

—Veo la Piedra... se la presento a mi maestro... pero ¿dónde está?

Harry Potter, una historia diferente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora