Nos hallamos en el extremo de una sala muy grande, apenas iluminada. Altísimas columnas de piedra talladas con serpientes enlazadas se elevan para sostener un techo que se pierden en la oscuridad, proyectando largas sombras negras sobre la extraña penumbra verdosa que reinan en la estancia.
Con el corazón latiéndome muy rápido, escuchamos aquel silencio de ultratumba. ¿Estará el basilisco acechando en algún rincón oscuro, detrás de una columna? ¿Y dónde estará Ginny?
Sacamos nuestras varitas y avanzamos por entre las columnas decoradas con serpientes.
Nuestros pasos resuenan en los muros sombríos. Vamos con los ojos entornados, dispuesto a cerrarlos completamente al menor indicio de movimiento. Nos parece que las serpientes de piedra nos vigilan desde las cuencas vacías de sus ojos. Más de una vez, el corazón me da un vuelco al creer que alguna se mueve.Al llegar al último par de columnas, vemos una estatua, tan alta como la misma cámara, que surge imponente, adosada al muro del fondo. Con Harry tenemos que echar atrás la cabeza para poder ver el rostro gigantesco que la corona: es un rostro antiguo y simiesco, con una barba larga y fina que le llega casi hasta el final de la amplia túnica de mago, donde unos enormes pies de color gris se asientan sobre el liso suelo. Y entre los pies, boca abajo, vemos una pequeña figura con túnica negra y el cabello de un rojo encendido.
—¡Ginny! — susurra Harry, corremos hacia ella y nos hincámos de rodillas—. ¡Ginny! ¡No estés muerta! ¡Por favor, no estés muerta! — deja la varita a un lado, agarra a Ginny por los hombros y le da la vuelta. Tiene la cara tan blanca y fría como el mármol, aunque los ojos están cerrados, así que no esta petrificada. Pero entonces tenía que estar...—. Ginny, por favor, despierta —
susurra Harry sin esperanza, agitándola. La cabeza de Ginny se mueve, inanimada, de un lado a otro.—No despertará — dice una voz suave.
Harry se endereza de un salto y volteo con mi varita en mano.
Un muchacho alto, de pelo negro, está apoyado contra la columna más cercana, mirando. Tiene los contornos borrosos, como si lo estuviera mirando a través de un cristal empañado. Pero no había dudas sobre quién es.
—Tom... ¿Tom Ryddle?
Ryddle asiente con la cabeza, sin apartar los ojos del rostro de Harry.
—¿Qué quieres decir? ¿Por qué no despertará? — dice Harry desesperado —. ¿Ella no está... no está...?
—Todavía está viva — contesta Ryddle —, pero por muy poco tiempo.
Lo miro detenidamente. Tom Ryddle ha estudiado en Hogwarts hace cincuenta años, y sin embargo allí, bajo aquella luz rara, neblinosa y brillante, aparenta tener dieciséis años, ni un día más.
—¿Eres un fantasma? — pregunta Harry dubitativo.
— Soy un recuerdo — responde Ryddle tranquilamente — guardado en un diario durante cincuenta años.
Ryddle señala hacia los gigantescos dedos de los pies de la estatua. Allí se encuentra, abierto, el pequeño diario negro que con Harry habíamos hallado en los aseos de Myrtle la Llorona. Durante un segundo, me pregunto cómo habría llegado hasta allí. Pero tengo asuntos más importantes en los que pensar.
—Tienes que ayudarme, Tom — dice Harry, volviendo a levantar la cabeza de Ginny —. Tenemos que sacarla de aquí. Hay un basilisco... No sé dónde está, pero podría llegar en cualquier momento. Por favor, ayúdame...
Ryddle no se mueve y no puedo sacarle los ojos de encima. Harry, sudando, logra levantar a medias a Ginny del suelo, y se inclina a recoger su varita.
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Harry Potter, una historia diferente.
FanfictionHannah Gryffton se entera poco después de cumplir sus 11 años que es una bruja y que toda su familia por parte de su padre también lo son o lo eran. En el tren rumbo a Hogwarts conoce a dos niños que la hacen sentir aceptada. Una gran aventura los e...