Capítulo 5.

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Springfield, Massachusetts 5:48 am.

Un llanto persistente inundó la pequeña habitación de Tate

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Un llanto persistente inundó la pequeña habitación de Tate. El sonido hizo que sus sentidos se activaran y se confundieran al mismo tiempo. Apenas había podido dormir una hora después de dar a luz.

Estaba exhausta y necesita descansar aunque muy probablemente ya no le fuera posible.

El lloriqueo de alguna manera la ponía en una delgada línea entre el pasado y presente. Ya no era una niña ni una adolescente, ahora era una mujer que tenía la enorme responsabilidad de dos pequeños bebés.

Su vida iba a cambiar completamente, para empezar cada una de las horas que dormía de más durante su embarazo serían cobradas con intereses, su tiempo sería escaso y periódicamente cansado.

—¡Liam!—se alarmó levándose de golpe de la cama para cargar al niño y parar su llanto.

Casi tropezándose con sus propias piernas corrió hacia la cuna azul y se encorvó para tomar al bebé que seguía llorando, entonces lo apoyó sobre su pecho para calmarlo.

Tiene hambre, le indicó su voz interior haciéndola reaccionar. Se sentó a un lado de la cama, y tomó al bebé entre sus brazos de manera que la barriguita de él se mantuviera cerca de su cuerpo para mantenerlo cómodo.

Tragó saliva con los nervios recorriendo cada célula de su anatomía, estaba asustada y extrañada de lo que estaba apunto de hacer.
Era algo nuevo, completamente nuevo para ambos.

Con rapidez se acomodó la ropa para que le fuera posible darle de comer sin problemas. Desabrochó su sostén de maternidad y acomodó al bebé, asegurándose que su seno quedara a la altura de su pequeña boca.

El niño al sentir el contacto de la piel tibia, comenzó a desesperarse moviendo sus manitas por todos lados. Ansiaba encontrar su fuente de alimento lo más pronto posible.

Con todos sus nervios e inseguridades al borde, lo hizo. Comenzó a alimentar a su hijo y él succionaba su pezón dándole una sensación dolorosa y extraña.

Miraba hacia todas partes en un intento desesperado por calmar sus nervios, tenía miedo de fallar o ser insuficiente para su primera tarea como mamá.

Sabía que se costumbraría con el paso de los días, tomando en cuenta que Liam no era al único que debía darle de comer. En poco tiempo Madison también despertaría y reclamaría su fuente de alimento.

Después de unos minutos decidió ignorar esos sentimientos de rareza y dolor para enfocarse en el pequeño que lucía tan tranquilo y feliz.

Sus manitas tocaban su pecho como asegurándose de que nadie fuera a quitarle lo que es suyo. Definitivamente podía acostumbrarse a esto.

Los imprevistos del amor® | Cancelada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora