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Se encontraban mirándose con tensión, ¿Cómo habían llegado a esto?

Ambos abrían su boca para hablar pero la cerraban al instante, la situación los había dejado mudos. El sonido del reloj comenzó a desesperar al japonés, tanto que decidió quitarle las baterías para que lo dejará pensar tranquilo. De vez en cuando, miraba la anatomía del chino, pensando en sus acciones pasadas y lo imbécil que llegaba a ser.

- Yuta, esto me tiene enfermo.- escupió Sicheng.- No lo soporto, no lo puedes controlar ni yo tampoco.- Mira sus manos, la situación lo avergonzaba tanto.

- Déjame ir, rompamos el lazo. Debería morir, tal vez no te importe y podrás marcar a Taeyong, tener a tu cachorro.- Su mirada estaba pérdida en el vacío, comenzaba a palidecer y temblaba levemente. Eran pocos los omegas que resistían una separación de esta manera, quedaban desechos y perdían fuerza, sentían que les habían arrancado su felicidad. Winwin no estaba muy alejado de esa realidad, su cuerpo se sentía frío, su fuente de calor había encontrado a otro persona a quién brindarle su abrigo. Sí tan solo él hubiera abierto la puerta ese día, le podría haber cerrado la puerta en la cara a Taeyong. Sonará egoísta pero ambos estaban siendo egoístas con él.

"Debería morir, debería morir, debería morir"

La corta frase se repetía en su mente, reemplazando al irritante sonido del reloj. Estaba apunto de arrancarse la cabeza para dejar de escucharla. Winwin no podía morir, su vida se destruiría en segundos.
Su puño se cerró y golpeó la mesa, exaltando al chino que parecía en algún tipo de viaje astral.
Se acercó peligrosamente, juntando sus frentes en un movimiento un tanto brusco, pero tan solo era el desesperado intento de sentir sus pieles emanar el abrigador sentimiento de cercanía. Sus respiraciones se mezclaban y sus corazones se inflaban de una pasión exuberante.

Taeyong se mordía las uñas, sus labios temblaban y acariciaba su vientre de manera constante. Caminó hasta el lugar donde se encontraba la pareja, desde lejos pudo imaginarse lo que estaba pasando. Abrió la puerta ruidosamente para llamar la atención de ambos, acunaba su vientre entre sus manos y se arrodilló ante Yuta, mostrándole una mueca suplicante, no quería que su hijo muriera. El japonés ablandó su semblante, mostrando una figura un tanto vulnerable, no podía abandonar a su bebé.

Sicheng lo entendió, ahora sabía lo que tenía que hacer. Empujó con agresividad al alfa, saliendo de la habitación y azotando la puerta con fuerza. Sentía lágrimas que le quemaban al dejar rastro, tan vividas y con tantas emociones.

El lugar en donde se refugió estaba oscuro, el polvo estaba en cada esquina y la pistola brillaba ante el poco reflejo que había. Vio el número en pantalla y en un ataque de valentía, lo llamó.

"Debemos hablar de Yuta. Ven conmigo y haremos un trato."

"Pásame la dirección, te veo en unos minutos."

Sayonara hitori  -Yuwin/Yutae [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora