"Que el corazón te guíe" ©️ Finn Wolfhard

uno

Era una noche de primavera en California. Al salir de la ducha caliente te acordaste de una noche especial de hace dos años...
Con veinticuatro años eras un desastre total. Mientras sonreías al recordar la emocionante experiencia, una risita se te escapó de la boca. Hacía justo dos años estabas sentada al borde de la cama pensando en el dia siguiente, el día de tu boda. Eras joven, pero estabas muy enamorada. Eras inocente, pero estabas convencida de tu elección. Estabas asustada, pero te sentías segura con el hombre que hoy es tu marido. Rechazando tu reflejo en el espejo, dibujaste el nombre de tu marido, Finn, con un corazón haciendo de punto de la i.
Queriendo deshacerte del frío, te secaste y empezaste a vestirte. Al tomar una de sus camisas pensaste en que al día siguiente era su aniversario. Cuando saliste del baño te encontraste a Finn escribiendo en un cuaderno que se había colocado en el regazo mientras descansaba sobre la cama. Tal vez estaba escribiendo una canción. Al darse cuenta de tu presencia cerró el cuaderno rápidamente y lo apartó hacia un lado. Al oír cómo cayó al suelo levantaste una ceja. ¿No se había dado cuenta de que lo habías visto?

—Hola, cariño —te saludó con una simpática sonrisa.

Mientras se colocaba en la cama el pelo se le cayó por la cara. Te encanta que lleve el pelo hacia abajo. Está más relajado y natural. Te resulta atractivo, pero volvamos a su pobre intento de secretísimo.
Sonreíste ante su discreción fallida.

—¿Qué te traes entre manos, Wolfhard? —Tus pantuflas de pelo se deslizaron sobre la alfombra de felpa blanca.

Finn sonrío por tus movimientos extraños y se defendió:

—No estoy haciendo nada. Descansaba mientras esperaba a que salieses de la ducha. —Si no iba a mencionar lo del cuaderno, tú tampoco. No quería que lo supieras, y tú tenías la paciencia suficiente para esperar a saber de qué se trataba.
Saltaste encima de la cama con las pantuflas puestas y apoyaste el pompis sobre los talones.

—Buenoooo, acerca de lo de mañana... —Inclinaste la cabeza.

Finn entrecerró los ojos apoyando la mejilla en el puño.

—Mmmmmm... ¿Qué pasa mañana? 5 de octubre. No es un día especial. —Empezó a reírse cuando abriste la boca.

Tomaste dos de las muchas almohadas que había y se las tiraste para castigarlo por sus mentiras.

—¡No hagas eso! —Te echaste sobre él haciendo que se revolcase de la risa—. Mañana es nuestro segundo aniversario. ¡Ya lo sabes!

—Se me había olvidado completamente —proclamó con la voz amortiguada por las almohadas. Ni siquiera intentó defenderse.

Al apartar una almohada encontraste su cara.

—¿Vas a seguir con estos jueguitos?

Se movió bajo tu peso.

—¿Vas a seguir poniéndote mis camisas?

—Siempre me las pongo. Son igual de mías que tuyas. Además, te encanta que me ponga tu ropa.

—Ayer tenía tanta prisa que tomé una del suelo y estuve oliendo tu perfume todo el día. —Te pellizcó el muslo y te hizo saltar.

—Para. —Le golpeaste la mano —. ¿Y qué hacía en el suelo? —Miraste la habitación, que estaba impoluta. No vas tirando la ropa por ahí, y tienes clarísimo que no lo dejas hacer lo que quiera.

Te miró con descaro. ¿Qué has hecho para merecer una cosa tan linda?

—¿Qué? —preguntaste confusa.

—¿Es que no te acuerdas?

«¿De qué está hablando?», pensaste. Pero no se te ocurrió nada.

—Como si no te la hubiese quitado y la hubieses lanzado...

—¡Ah! —Enseguida le tapaste la boca como si alguien fuese a escucharlo—. Sí, eso. —Soltaste una sonrisa nerviosa mientras le quitaste la mano de la boca para colocarte el pelo detrás de la oreja. Le apartaste el pelo porque querías ver su cara esculpida.

—¿Así de deprisa te olvidas de mí? ¿Hace falta que te recuerde lo que pasó? —Se incorporó con rapidez y te apartó de encima. Tomándote por el cuello de la camisa te elevó y selló tus labios con los suyos —. Déjame que te lo recuerde. —Te quitó la camisa y la tiró al suelo.

Te encantaba que tomase la iniciativa.

—Ven aquí, chico. —Lo atrajiste con un beso.