Era bastante molesto que tu mejor amiga, aún sabiendo que estabas enamoradísima de Finn, tuviese la cara de coquetear con él todas las noches. ¿Qué clase de amiga hace eso?
Le habías contado casi todo sobre Finn y tú, no todo, pero lo suficiente para que se comportase con más sensatez. Así que te molesto ver cómo prácticamente se lanzaba encima de él.
Finn era educado. Él se apartaba de ella cuando se acercaba demasiado. Se alejaba si entraba en la cocina cuando estaba él. Ella te conocía lo bastante como para saber que lo de aquella noche no te estaba cayendo bien. No te dio las buenas noches cuando te despediste de tus amigos.
Por la ventana de la habitación el cielo tenía una tonalidad azul muy intensa. En el horizonte, el sol ya estaba medio oculto y un color anaranjado marcaba su belleza. Esa imagen era tan atrayente que querías verla mejor. Gateaste por la manta blanca y limpia de la cama y fuiste descalza hasta las puertas del balcón.
La suave brisa marina te envolvió. Te apoyaste en la barandilla del balcón y miraste a través de la red de voleibol el océano. Las pelotas de playa se movían por la arena con hoyos.
El chirrido de la puerta de tu habitación llamó tu atención.
Por suerte era Finn y no tu amiga.—Hola —saludaste por encima del hombro. Finn también salió al balcón descalzo y se apoyó en la barandilla. Después de observar el océano, miró hacia la izquierda y a la playa.
—Hola —dijo por fin fijándose en ti —. ¿Qué haces? —Te golpeó con la cadera.
Le devolviste el golpe.
—Estoy relajándome. He estado por ahí todo el día. Quería un tiempo a solas. —Pasaste los dedos por su brazo desnudo.
—¿Puedo relajarme contigo? —preguntó.
—¿Qué estamos haciendo ahora?
Se encogió de hombros.
—Tienes razón.
Lo miraste con los ojos bien abiertos.
—Siento que ni amiga se haya comportado así. No entiendo por qué lo hace.
Respondió mientras movía la cabeza.
—Sé que no te estaba cayendo bien. Por eso has venido aquí. Sus acciones no tienen nada que ver contigo.
—Gracias.
—Por lo menos a mis amigos les caen bien los tuyos.
—Se llevan bien. —Miraste por encima de su hombro—. Aunque son bastante escandalosos.
—Quizá me toca dormir aquí esta noche. —Te sonrió. Reíste.
—Puedes dormir en el suelo. Hay mucho espacio para ti.
—La que puede dormir en el suelo eres tú —dijo en broma—. Te traeré mantas y todo. Incluso una lamparita si la necesitas.
Te reíste.
—Ni hablar. Ésta es mi habitación. No pienso dormir en el suelo.
—Por lo visto es cómodo...
—Cállate o te encierro en el armario —le dijiste en broma porque sabías que tenía claustrofobia.
—Eso sería pasarse.
—No me tientes. —Le tocaste el pelo húmedo. Iba a pellizcarte, pero le apartaste la mano. Te alejaste de la barandilla, entraste en la habitación y te metiste en la cama. Finn, en cambio, se tiró encima de ella boca abajo.
Se recostó sobre las suaves sábanas y al poco cerró los ojos. Apoyaste la mano en su espalda. Cerraste los ojos y, sintiéndote cómoda, como un amigo, pensaste en su próximo viaje.
—Dentro de poco te vas de gira, ¿no?
—Sí. Hemos estado haciendo apariciones, ensayando y organizando promociones con la banda. Estoy deseando salir de gira. Echo de menos el escenario.
Pensar que iba a marcharse te puso triste, pero dijiste:
—Qué genial. Tengo muchas ganas de ir a un concierto.
—Vas a ir a unos cuantos.
—Imaginaba que ibas a decir eso porque te vas a ir para siempre. Necesito verte de vez en cuando.
—¿No te gusta estar lejos de mí? —Te tomó el muslo. Le apartaste la mano.
—Déjate de jueguitos. Eres mi amigo, claro que no me gusta no poder verte.
—Sabes que puedes verme cuando quieras.
—Diles eso a los de la universidad —dijiste—. Menos mal que esta semana no tenías nada que hacer.
—Tenía algo, pero lo cancelé para estar contigo y tus amigos.
—¡Finn! No hacía falta que hicieras eso. —Te sentaste y lo miraste. No querías que dejase sus responsabilidades de lado por ti.
—Quería hacerlo. —Se sentó soportando su peso con los antebrazos—. Las vacaciones de primavera no duran mucho. Cuando quieras darte cuenta, volverás a la universidad. Quería pasar tiempo contigo. —Sonreíste al escuchar eso, y él sonrió de placer.
Le pellizcaste la mejilla.
—Eres superlindo.
Te apartó la mano y volvió a recostarse. Te moviste y te recostaste a su lado. Sus amigos estaban haciendo mucho ruido.
—Me caen bien tus amigos, son simpáticos.
—No intimes demasiado con ellos —dijo con los ojos cerrados.
—Y tú no intimes demasiado con mi mejor amiga. No quiero hacerles daño.
—¿Por qué ibas a hacernos daño?
—Porque no quiero que se te tire encima. No me gusta ese coqueteo que se traen entre manos.
—Yo no quiero que mis amigos coqueteen contigo, y se los dije. Sé lo tímida que eres. No me gustaría que te hicieran sentir incómoda. —Abrió un poco los ojos rojos y candado para mirar los tuyos —. Creo que voy a quedarme dormido.
Volvió a cerrar los ojos, y por encima de él apagaste la luz.
—Quédate a dormir aquí conmigo.
Rodaste por el colchón para cerrar la puerta. Estabas cansada y no querías oír las voces salvajes de fiesta retumbando en tus oídos. No tenías ganas de arruinarles la fiesta. ¿Para qué ibas a decirle que bajasen la voz? Eran las vacaciones de primavera: «Bebe hasta que te desmayes. Es tu hígado».
Volviste a la cama y te recostaste. Mientras te ponías cómoda, Finn te pasó un brazo por la panza y te acercó hacía él.
¿Tenías que darle gracias a Dios?
«Gracias, Señor.»—¿Te importa? —preguntó.
—Para nada. —Te relajaste y cerraste los ojos. No podías negarlo, te encantaba estar cerca de Finn.
Te diste vuelta para mirar hacía él, escondiste la cara en su cálido pecho y lo abrazaste.
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"Que el corazón te guíe" ©️ Finn Wolfhard
Fanfiction#IMAGINA a Finn Wolfhard organizando una romántica búsqueda del tesoro por tu aniversario. Adaptación de 'Que el corazón te guíe' de Doeneseya Bates, fanfiction incluida en el libro 'Imagina mil y una fanfiction' de Anna Todd y otras estrellas de W...