diecisiete.

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Erotica retumbaba en los bajos del local por quinta vez en la noche. Richie se apoyó en la barra, suspirando una vez más. Escuchar aquella canción una y otra vez o cualquier otra de Madonna todas las noches ya le había cansado. Pero eso no podía mostrarlo, en cambio, movía la cabeza al ritmo de la música mientras servía las copas que los clientes le pedían.

Era enero de 1993 y Nueva York parecía seguir de fiesta de Año Nuevo, pero el joven no tenía tiempo para eso. Su trabajo le mantenía demasiado ocupado y existía la necesidad de mantenerse a sí mismo. Beverly había conseguido su propio trabajo en la Gran Manzana como camarera en un restaurante de comida rápida 24 horas. No eran los mejores trabajos, pero servían para pagar las necesidades básicas de la pareja.

Pasadas varias horas, Richie intercambió su puesto con un compañero y se dirigió a la salida, no sin antes envolverse en su cazadora vaquera, y con un cigarrillo aún apagado entre los labios llenos de cortes debido al frío, salió a la calle. Eran casi las cinco de la mañana y las calles, llenas de basura debido a la gran fiesta que algunos borrachos trataban de alargar, estaban casi sumidas en el silencio. Mucho mejor, pensó el moreno.

Con un rápido gesto, sacó su discman y se puso los cascos, dando al play para escuchar una de esas canciones que tanto había repetido y cantado durante su adolescencia. Tarareando una de las miles de canciones de the who que tenía grabadas, bajó las numerosas escaleras para adentrarse en el famoso metro neoyorkino. Richie tomó el primer tren que le llevase a Queens, donde se encontraba el pequeño apartamento en el que vivía.

Richie dormitaba en su asiento, tratando de ignorar las molestas voces de aquellos que volvían a casa algo bebidos. La mención de la parada donde debía bajarse a través de los altavoces hizo que abriese los ojos y se arrastrase fuera del vagón como si de un fantasma se tratase, sintiéndose absolutamente exhausto después de trabajar durante más de diez horas. Subió las escaleras del metro y caminó por las oscuras calles hasta llegar al bloque de apartamentos donde vivía.

La casa estaba oscura, vacía y fría, tal y como cuando Richie la había dejado horas atrás. Beverly no volvería a casa hasta después de las nueve, por lo que el moreno se desprendió de su chaqueta vaquera, de las botas de cordones y se dejó caer sobre el colchón colocado en el salón, dejando las gafas en el escritorio donde su amiga tenía montones de papeles desperdigados. Buscó la manta a ciegas y se tapó con ella, aunque eso no bastó para frenar el frío que se le metía por los huesos.

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Horas después Richie se despertó, aunque el ligero sueño no hubiese espantado ni una pizca del cansancio que sentía al levantarse de la cama. Se pasó las manos por el pelo, demasiado largo y revoltoso, y luego se frotó los ojos antes de ponerse las gafas de pasta. Una figura conocida se encontraba en la cocina, lo que hizo que una pequeña sonrisa apareciese en el rostro del chico.

- ¿Ya estás aquí? Deberías haber ido directamente a la cama, Bev.- Richie caminó hacia la pelirroja, rodeando sus hombros con su brazo para asomarse y ver lo que su amiga tramaba. Pudo apreciar una pequeña sonrisa en el rostro de su mejor amiga, que estaba cocinando huevos revueltos.

- He pensado que querrías desayunar algo. Es decir, almorzar.

Richie comprobó la hora en el reloj digital sobre la encimera antes de brindarle una gran sonrisa a la chica. El moreno tomó su rostro para plantar un sonoro beso en la mejilla pecosa de Beverly, a lo que ella respondió con una pequeña risa.

- Como siempre, eres la mejor Bev- murmuró él perdiendo la sonrisa cuando se percató de un pequeño moratón en su sien pese a que la chica tratase de ocultarlo con su pelo. Richie apretó los labios y bajó la vista rápidamente.

 ## mixtape !! reddie. [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora