diecinueve.

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Aquel mechón oscuro parecía no querer ponerse en su sitio pese a que Richie lo hubiese empapado con agua una y otra vez para tratar de colocarlo detrás de su oreja, sin resultado alguno. Apenas habían pasado diez minutos desde que Stan había llamado al hotel para avisarle de que había reservado una mesa en un restaurante. El moreno ya iba a empezar a reírse de él, pero el tono serio del judío diciendo las siguientes palabras hizo que colgase de golpe para correr hacia la ducha.

Stan había reservado mesa para todos ellos, y eso significaba que Eddie iría. 

— Madito Stan. Podría haberme avisado con tiempo— murmuró, rindiéndose con el mechón rebelde. 

Llevaba vaqueros y un jersey junto sus converse ya desgastadas; no parecía demasiado elegante para una cena, pero ni había traído suficiente ropa y tampoco tenía trajes o camisas blancas, ni siquiera en el apartamento de Nueva York. Eran casi las ocho, y habían quedado en la puerta del restaurante a esa misma hora. Richie no sabía dónde se encontraba exactamente.

Sin embargo, el claxon de un coche hizo que se sobresaltase; al asomarse por la ventana vio un honda civic negro del 94, completamente reluciente. Alcanzó sus gafas para visualizar al conductor, y la cabellera rubia de su amigo hizo que rodase los ojos.

— ¿¡Quieres darte prisa, bocazas!?— gritó Stan desde la ventanilla de su coche con el ceño fruncido. 

Richie agarró su chaqueta antes de salir corriendo de su habitación y bajar las escaleras de la vieja pensión, casi tropezándose en el camino. Una vez estaba fuera, se acercó hasta el parking, donde le esperaba el judío. Se sentó en el asiento del copiloto, analizando el vehículo por dentro.

— Se nota que el coche es tuyo, huele a limpio y todo.

— ¿A qué se supone que debe oler un coche?

— Eres un tío de veinte años, Uris, tu coche debería oler a cualquier cosa menos a limpio— dijo Richie con una sonrisa maliciosa mientras el otro arrancaba el motor—, aunque luego recuerdo que tienes una mentalidad de señora de setenta años y todo tiene sentido.

Stan suspiró y rodó los ojos, queriendo lanzarle una mirada de odio pero mantener los ojos en la carretera era su deber. Richie notó que se había arreglado y sonrió levemente, sintiéndose, sin embargo, algo avergonzado por su conjunto.

— Me gusta el jersey.— Stan le miró de reojo por un milisegundo, como si pudiese leer su mente. Richie sonrió casi inmediatamente.

— No me lo he puesto para ti, pero gracias Stanley— bromeó, pasándose las manos por el pelo.

Menos de diez minutos después habían llegado a su destino; era un restaurante chino de las afueras de Derry, al parecer recientemente abierto. Ambos se bajaron del coche para entrar en el bullicioso local, lleno de familias y grupos de amigos. Stan le guió hasta una puerta, tras la cual había una gran mesa redonda, y lo primero que vio Richie fue la gran sonrisa de Mike, que enseguida se levantó con los brazos abiertos.

— ¿Pero por qué estáis todos tan buenos de repente? ¿Todo el mundo ha pasado una buena pubertad menos yo?— bromeó Richie, ahogándose debido al fuerte abrazo de su amigo.— Eso no iba por ti, Uris, lo siento.— Stan rodó los ojos, negando con la cabeza.

— Es el karma, si no hubieses robado mi furgoneta serías un dios griego como yo— respondió Mike riendo, lo que hacía que sus ojos pareciesen dos medias lunas.

— Ni siquiera logramos salir de Maine, la tenías sin gasolina capullo.

Richie se percató de que había alguien más sentado detrás de Mike. La chica se levantó y caminó hacia ellos, mirando al moreno de arriba a abajo antes de suspirar.

 ## mixtape !! reddie. [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora