CAPÍTULO 11-"LOS 41+1"

62 3 0
                                    


Esa noche la vida de ambos cambió para siempre,en un abrir y cerrar de ojos su infierno empezaba a ser una realidad. Despertaron del sueño y se dieron cuenta de que su amor era imposible,ambos hubieran querido vivir en un mundo diferente donde sus decisiones se respetaran, donde quererse como lo hacían no sea un delito.

Desde esa noche el rostro de México volteó la mirada al rincón más oscuro de su habitación y decidió no sólo mirar,sino atender la situación, aunque lamentablemente no de la mejor forma. Pasaron semanas y el señor Torre ya se había recuperado de las heridas que le había dejado su suegro;llegó la noche de la reunión.En la recámara Mariano y él se ajustaban la corbata antes de salir y ambos hacían alago del otro por lo bien que se veían.

Con los zapatos brillosos, traje negro y elegantes sombreros llegaron a la casona. Grande fue la sorpresa de Ignacio al ver a muchos varones jóvenes de la alta sociedad,que en un principio había visto cuando conoció a Amada.Habían ricos y pobres y eso le hacía sentir bien a Ignacio,estaba seguro de que allí todos respetarían a su pareja sin importar su condición social. Mientras tanto, Amada estaba pasando unos cuántos días con su padre para recuperarse de la discusión de esa horrenda madrugada.

En la casa se encontraban hombres vestidos con traje y otros con vestidos de mujeres,elegantes y pudientes.Los hombres platicaban,otros se besaban, algunos pasaban el rato en algunas habitaciones del hogar e incluso bailaban o fumaban un puro. Ignacio tomó a Mariano y lo besó en frente de todos sin pena ni miedo y con desesperación,jamás había hecho eso con tanta libertad.Al terminar,todos los hombres se les quedaron viendo y por un momento pensó que sería juzgado, pero al darse cuenta la casa entera le estaba aplaudiendo.

-¿Estás listo para esto?-le preguntó con voz quedita Mariano.
-No sería la primera vez que lo hago...-contestó Ignacio.

Ambos fueron a un cuarto de la casona y al llegar abrieron un ropero con ropas de mujer. Habían vestidos lujosos correspondientes a la moda de la época; en una cajonera se encontraban tocados con plumas y piedras brillantes. Mariano eligió un vestido color azul cielo y un tocado de plumas del mismo color con piedras verdes y vistió a Ignacio además de maquillarlo con un poco de rubor.

Al terminar,ambos se vieron en un espejo con bordes de oro. Mariano contempló a Ignacio con el.vestido y le dio un beso en la mejilla, acto seguido Ignacio voltea y le devuelve el beso. Antes de salir de la habitación, Mariano le puso unos guantes largos color blanco y un anillo en la mano derecha a Ignacio.

Al salir, Ignacio se robó la mirada de más de un hombre. Ignacio no tenía vergüenza, estaba a salvo y seguro. Entrelazaba su hombro con el de Mariano y en un momento, su amante le llevaba su mano a la cadera.

De pronto, el piano empezó a tocar un vals, casualmente el mismo que había bailado con Amada.

-¿Me permite esta pieza, caballero?-Dijo Mariano.

Ignacio tomó su mano y ambos empezaron a bailar. Sabían danzar tan bien que los demás observaban y aplaudían. Mientras tanto, afuera de la casona se escuchaba el bullicio de las risas y los aplausos y un hombre que pasaba caminando por allí le dio curiosidad observar cómo era una fiesta refinada.

La curiosidad mató al gato,y al asomarse a la ventana y ver por una pequeña abertura de las cortinas, se dio cuenta que habían hombres besándose, hombres vestidos de mujer y una pareja bailando. Esto lo espantó y lo asqueo tanto que quedó en shock. "Esto lo tiene que saber la policía" pensó y corrió alejándose de la casona.

Ignacio bendijo y maldijo el momento del baile toda su vida,cuando más se sintió feliz llegó el peor suceso de su vida. Los aplausos se vieron interrumpidos cuando un grupo de policías armados derribó la puerta y empezaron a disparar. Ignacio tomó a Mariano de la mano y ambos corrieron al segundo piso.

Mientras corrían vieron como algunos hombres caían al suelo con sus vestidos al ser arrollados por algunos policías. También vieron como eran golpeados al querer resistirse. Ellos llegaron al segundo piso,unos judiciales estaban detrás de ellos.

Ignacio se quitó sus tacones y los dejó en el pasillo.
-¡Ve a la azotea Mariano, asegura la puerta y no dejes que te vean,escapa!-Gritó Torre.

Mariano le dio un beso a Ignacio y se separaron. Torre entró en uno de los cuartos y se escondió en un armario. Desde adentro,escuchaba cómo los policías derribaban las puertas de las habitaciones. No podía salir,no debía salir; sabía que si era descubierto cambiaría su vida y quizá la de un país entero. En ese momento se lamentó de todo lo que hizo y por un instante aceptó que su orientación era un error que debía solucionar, comenzó llorar, se tapó la boca.

Un hombre que quiso escapar entró a ese cuarto y los policías lo interceptaron derribando la puerta.

-¿¡Donde chingados está tu pareja,marica!? - Dijo uno de los judiciales. Mientras preguntaba, el caballero herido vio cómo su novio cruzaba la puerta desde el pasillo,aprovechando que los policías estaban de espaldas.

-¡Habla!-ordenó otro.
-¡Está en el ropero, señor!-contestó llorando.

Los tres fueron a observar y el varón salió del cuarto corriendo y uno fue tras él. Ignacio sintió un escalofrío y no sabía que hacer.

-¡Sal del armario!-Gritó uno de ellos.
-¡No quiero salir,no voy a salir!-contestó Ignacio.
-Si no sales del armario,nosotros te sacaremos. ¡Echele compa, saque al joven de allí!

Los judiciales empezaron a forcejear la puerta y Torre aprovechó para empujarlos con las puertas de esta. Salió abruptamente y los policías se cayeron, corrió hasta la azotea donde estaba Mariano pero él ya se había ido.

Un grupo armado llegó y lo rodeó. Ignacio tomó la iniciativa y les dijo que era el yerno del presidente pero ninguno le creyó y empezaron a carcajearse. Lo arrestaron y lo llevaron a la cárcel.

Mientras los hombres esperaban detrás de las celdas por hacer una llamada, observaron cómo algunos hombres vestidos de mujer limpiaban con trapos la comisaría y las banquetas mientras los policías y la prensa se reían de ellos. La prensa local los esperaba a todos afuera y las preguntas y los gritos de la misma se oían por las pequeñas ventanillas de las celdas.

Ignacio habló por teléfono al despacho de su suegro, obligado por las circunstancias y con miedo a morir.Quien diría que el mismo Ignacio confesaría su crimen y su secreto a su suegro...

Porfirio no tomó la llamada por considerarla irrelevante. La noticia de una fiesta de hombres homosexuales no tardó en llegar al despacho de Porfirio.

-Señor,aquí está la lista de los 42 invitados a esa fiesta.

Porfirio observó la lista y vio el nombre de su yerno en la última línea.

-Son 41, judicial- contestó el General.

-Pero señor,no puedo aquivocar...

-¡Son 41! ¿¡No entendió!? Quiero que me traiga al número 42, busque la manera de que la prensa no lo encuentre ni lo entreviste. Y aquí no hay 42,son 41 a partir de ahora¿¡Entendiste!?

-Sí, señor.- contestó el judicial.

-Tú y tu guardia recibirán una buena cantidad de dinero por su discreción, ahora puedes retirarte.

El policía se retiró y Porfirio llamó a Amada a su despacho, le contó lo que pasaba con su marido y un enojo se apoderó de ella en contra de Ignacio. Ahora toda la capital se enteraría de la aberración que había cometido su esposo.

El yernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora