CAPÍTULO 10-LOS SIRVIENTES DICEN...

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Pasaron muchos años y se podría decir que, formalmente, Ignacio tenía a su esposa y amante en la misma casa. Amada no era estúpida, con el tiempo se dio cuenta de las preferencias de su marido y sin decir nada,ambos decidieron dormir en alas diferentes de la casa(no dormían juntos).En las noches de fiesta ambos salían de sus habitaciones y fingían ser una pareja feliz.

El presidente sospechaba de Ignacio pero decidió quitar esa idea de su cabeza considerándola descabellada, con el pretexto de no tener ninguna prueba para comprobarlo.En efecto,todos sospechaban pero nadie confirmaba.

Únicamente los sirvientes de la casa eran testigos de lo que realmente pasaba en el hogar.Por las noches su sirviente "favorito" le llevaba la cena hasta la cama y en ocasiones no salía de la recámara de su patrón.

Mariano se convirtió en "el señor de la casa",como decían de burla los sirvientes.Y por miedo todos tenían que obedecerle;en algunos momentos se podía oír llorar a Amada en su habitación ¿Cómo una mujer podía llevar el control de tal situación? Ella prometió en el altar no ser infiel a su marido,pero tal parece que las cosas no salieron como ella hubiera querido. Su esposo le es infiel, "y para colmo con un hombre",pensaba.

Ella se preocupaba mucho por el qué dirán, y por tal razón ella siempre respetó a su marido y a su matrimonio. A pesar de los chismes de la gente, pudo mantener la calma y no quedar loca de lo que toda la capital murmuraba.

La gran mansión estaba a oscuras y con muy pocas velas que alumbraran los pasillos.A pesar de que la electricidad ya estaba dando sus primero pasos en el México de 1901 ,algunos conservaban la tradición de las veladoras.Esa misma noche Ignacio y Mariano, como un par de sombras en medio de la tenue luz de las velas,salieron de la casa rumbo a un hotel a las afueras de la ciudad.Mientras tanto, Amada se preparaba en su cuarto para la llegada de su padre,pues durante la mañana recibió el recado del señor presidente en el que decía que llegaría a visitarla para cenar en familia. Mientras tanto, Ignacio tuvo que tomar el pretexto de: "Tener que solucionar cosas en la hacienda", por lo que tendría que salir esa noche.

Acostados en la cama del lujoso hotel,con las ropas regadas por toda la habitación, Mariano desnudo abrazaba a Ignacio mientras le comentaba sobre un baile de hombres que se realizaría en el centro de la ciudad:
-La reunión será muy buena y podremos pasar un buen rato,la casa se ubica en el número 4 de la Calle Paz-comentó Mariano mientras le acariciaba el bigote a Ignacio.

-Sólo por ti asistiré,mañana te compraré un traje y los dos iremos allí.-dijo Ignacio después de un gran rato meditando la propuesta.Durante la noche la pareja bebía unas copas mientras observaban la ciudad en el balcón de su cuarto, sólo en esos pequeños momentos el joven millonario se sentía feliz y en paz. Ya en la madrugada ambos decidieron volver,cada uno con su respectivo papel: chofer y patrón.

Cuando entraron a la sala principal Ignacio observó a su esposa llorando y desahogando su tristeza de un matrimonio fracasado, quería escuchar lo que ella decía pero la embriaguez no le permitía hacer tal acción. "De seguro ya le contó mi secreto y mi relación con Mariano"pensó Mier;acto seguido y de un arrebato de enojo tomó a su esposa del hombro y le empezó a gritar palabras sin sentido.

Porfirio ya empezaba a conocer la vejez pero su experiencia como general aún le daba fuerzas para combatir a un hombre joven. El señor presidente no permitió la violencia y golpeó brutalmente a su yerno,sacándolo a patadas por la puerta principal.

Allí quedó Ignacio, tirando y ensangrentado en las escaleras oliendo a alcohol. Todos los sirvientes que llegaron con el afán de ayudar al herido, observaron cómo Porfirio regañaba a Mariano por no saber cómo cuidar a su patrón de la embriaguez. Sin saber que  él era quien más cuidaba y mimaba a su yerno.

El yernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora