Samuel Gallardo P.O.V
Aquella mañana traia un humor de perros, tal era asi que habia mandado a volar a Patricia, después que continuara con el discursito de que si yo no conseguía darle todo de lo que Ulises la tenia acostumbrada, era imposible que pudiéramos estar juntos. Estaba harto de ella y de nuestros encuentros fugaces. -Mira el nivel de vida al que me tiene acostumbrada Ulises, Samuel- me reprochaba- ¿Acaso tu podrías pagarme un departamento de este nivel?; suspire, harto de todo. -¿A donde dejas el amor, Patricia? Dime, si Ulises tanto te quiere, ¿porque se va con otras mujeres y te deja aquí botada? ¿Eso es lo único que te importa? ¿Acaso no te molesta que te este viendo la cara? Patricia me echo una mirada de furia: -¿Como te explico Samuel, que con el amor no se come? ¿Acaso no crees que tengo ganas de mandarlo al diablo? ¡Claro que si, Samuel! Todo lo que quiero es estar contigo, mi querubín. Pero, no puedo hacerlo, si tu no te comprometes de verdad conmigo. Si no me das la vida de reina que me merezco. ¿O acaso es que vas a convertirme en la estrella que piensa convertirme Ulises? Con él lo tengo todo. Incluida mi carrera asegurada- respondió. -¡Entonces quédate con él, Patricia!- le solté, furioso. Ya estaba cansado de toda esa situación. Llegue a mi trabajo, tan molesto, que ni siquiera la idea de Flavio me estaba pareciendo tan descabellada. Es más, con la rabia que traia contra Patricia, era capaz de cuaLquier cosa. -¡Samuel Gallardo! ¿Que haces en la cocina? ¡Acaso no entiendes cual es tu verdadero lugar? ¡Vete al trabajo ya mismo y deja de estar de holgazán!- me echo la bruja, como siempre con su bonito sentido del humor. - ¡Que mal le cae el desayuno- volví a pensar- pero que lastima que nuevamente, se lo echo todo sin intoxicar! Seguía ahí, mirándome como me echaba mi tercer taco con salsa picante. - ¡No puedo creerlo! ¿De verdad como hace para comer de esa manera tan vulgar?- me pregunto, echandome una mirada de completo desagrado- es que no se que es más asqueroso su manera de comer o la forma que tienen los tres de tomar alcohol incluso desde la mañana. Y su olor, es espantoso. No quiero ni imaginarme como huele su aliento. No se que fue lo que me animo a hacer lo que hice, si la rabia que traia contra Patricia, si la furia que me resultaba ese lugar, si el hartazgo de tener que soportarla o todo aquello junto. La cosa es que, sin pensar, la tome de la cintura y la jale hacia mi cuerpo, de inmediato. -¿¡Que haces!?- me pregunto, poniéndose muy nerviosa. Mi reacción inesperada la había descolocado por completo- ¿Que te pasa, estás loco? Me acerque aun más a ella, sin dejar de mirarle los labios. - ¿Porque loco, señorita Andrea?- quise saber, viendola extrañado- ¿Acaso no me dijo que quería sentir mi aliento? Dígame ahora, ¿que olor traigo en los labios? Se soltó de inmediato y me quiso pegar un cachetazo pero no se lo permiti. -¿¡Como te atreves!?- reclamo, impactada. -Del mismo modo que usted se atreve a perseguirme, pisarme todo el tiempo los talones y marcarme lo que tengo que hacer. ¿Acaso cree que no voy a cansarme de su jueguito? Yo soy un hombre, señorita Andrea. Y le suelo dar a las mujeres lo que buscan- le asegure. -¡Desgraciado! ¿¡Como te atreves a hablarme asi, patan!? Yo no estoy buscando nada contigo, más quisieras. ¡Yo soy tu patrona! Y a mi me respetas, ¡Imbécil! Le sonreí sarcásticamente: -Entonces, si usted es mi patrona, no debería estar provocandome todo el tiempo, señorita. Justamente, porque usted es tal persona importante aquí, su trabajo no debería reducirse a observar a raja tabla el comportamiento de uno de sus empleados, ¿O si? Eso debería dejárselo a Pablo, u otro de sus hombres de confianza. Hágame caso, señorita, no sea cosa de que se le olvide lo importante por andar en tonteras con un peón vulgar como yo, que solo le gusta la calle. Me echo una mirada de odio, que casi me asusta, si no fuera porque me divertía, aún más, la sola idea de hacerla enojar. -¡No te soporto!- me escupió, para luego irse. Sonrei victoriosamente. Al fin me había dejado en paz. Regrese muy campante con mis hermanos. Tan de buenas andaba, que Flavio se dio cuenta de mi drástico cambio de humor. -¿Y a ti, que te pasa? ¿Que traes, eh?- quiso saber, curioso, ante mi sonrisa. Le conté, sin poder dejar de reirme. - Mira nada más- dijo, el menor de los Gallardo- asi que le gustas a la altiva. -¡No, Flavio! ¿Que dices?- me apresure a responder- estás loco si crees eso. No creo que sea asi, pero que la hice pasar un mal momento, eso seguro- me divertí. Flavio se cruzo de brazos y se acerco, queriendo saber: -¿Y a ti, no te gusta ni un poquito?- pregunto, curioso. La pregunta me agarro de sorpresa: -¡Salte de aca, Flavio! ¡Estás loco!- respondi, alterado- yo con esa ni aunque fuera la ultima mujer en la tierra. Flavio sonrió, y en el fondo respire de que la conversación no se haya puesto tan seria. -No se porque dices eso, Samuel- respondió, seguro- yo con ella si andaria. No es como la loca, cascos sueltos de Irina. Ella se nota una mujer de su casa, hecha y derecha- afirmo. - ¡Ah, pues! Soportala tu, entonces. Yo ni que estuviera loco. Hay que estar muy mal de la cabeza para fijarse en una mujer como esa. Mi pésame al pobre tipo que fuera su novio- le eche. Flavio soltó una carcajada y regreso al trabajo: - ¡Ay, Samuel! ¡Que pica se traen los dos! Pero ten cuidado, hermanito. Mira que del odio al amor hay un pasito- bromeo. Me moleste con su sola insinuación, primero muerto- pensé- era como colgarse la soga al cuello.
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Tierra de Reyes- Samdrea
Romance¿Que sucede cuando el verdadero amor se oculta tras la apariencia del engaño? ¿Que pasa cuando la persona que crees odiar es en realidad tu otra mitad? A veces el amor no se presenta a primera vista, sino que permanece escondido, ansiando esa oportu...