❥Dia × Mari

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Una rubia de ojos cetrino levantó sus gafas de sol, colocándolas en su cabeza, y se enderezó un poco, quedando sentada en su silla de playa.

Justo a su lado se encontraba una peli-azabache de ojos agua, quien disfrutaba de los rayos del sol y del olor marino.

Descansaban en una playa de arena blanca y fina, con grandes palmeras y un sol radiante alumbrándolo todo.

     —¡Casi se me olvida! —exclamó Mari—. No nos hemos puesto crema solar.

Esta rebuscó en su bolso y sacó un bote del mejor protector solar.

     —¿Me lo untas en la espalda, please? —preguntó con una sonrisa hacia su compañera de cabello negro.

     —Claro.

De esta forma, ambas se sentaron sobre sus rodillas bajo la sombrilla. Kurosawa roció un poco de crema en la blanca espalda de Ohara y la expandió por todos sitios con delicadeza.

     —Qué fresquita... —musitó la rubia.

     —Ya está.

     —Ahora yo a ti —habló, tomando el bote.

La rubia hizo lo mismo con la peli-azabache. Esparció la crema por toda su espalda, pero pronto deslizó las manos hacia delante.

     —Ni se te ocurra tocarme los pechos —impuso Dia frunciendo su ceño.

Mari apartó las manos mientras hacia pucheros. Dia le había leído la mente en un par de segundos, pues la conocía a la perfección.

     —Vayamos a bañarnos —ideó la rubia.

     —¿Nos acabamos de echar crema solar y ya quieres bañarte?

     —Tranquila, se mantiene en la piel aunque te mojes.

Las adolescentes corrieron hasta el agua y se zambulleron en esta. Todo era diversión y risas hasta que de pronto, una gran ola sorprendió a ambas. Aquella ola medía varios metros de alto y se formó en un abrir y cerrar de ojos. Las chicas fueron arrastradas bajo el mar, provocando que el agua salada entrara en sus pulmones.

Mari salió a la superficie y tosió varias veces. Velozmente, buscó con la mirada a su compañera. La encontró flotando bocabajo en el océano, a pocos metros de ella.

Se apresuró y como pudo, salió del agua junto con Dia. Dejó a la pelinegro en la arena, a pocos metros de la orilla, y zarandeó sus hombros mientras repetía su nombre. Esta no abría los ojos.

     —¡¡Dia!! ¡¡Despierta!!

La rubia la llamaba una y otra vez, pero no había respuesta por parte de la peli-azabache.

     —Tengo que hacerle el boca a boca...

Sin titubear, la oji-cetrino tapó la nariz de su contraria y juntó sus bocas, proporcionándole aire varias veces. De un momento a otro, la oji-agua comenzó a toser, expulsando el líquido de su cuerpo.

Esta se incorporó y miró confundida a Mari, quien aún tenía algunas lágrimas resbalando de sus ojos.

     —¿Qué ha pasado...?

     —Una ola nos arrastró. Yo conseguí salir a la superficie, pero tú quedaste inconsciente.

     —Espera, ¿has...? —preguntó la de largo cabello oscuro, enrojeciéndose.

     —¡Quién sabe lo que te habría pasado si no lo hubiera hecho! —exclamó la rubia, ruborizándose también—. Lo siento mucho, Dia. Esto ha sido culpa mía. Si no te hubiera invitado nunca nos habría pasado esto.

     —Pero, Mari, ¿cómo ibas a saber tú que pasaría algo así? No te preocupes. Lo importante es que estamos bien. —Se levantó del todo—. Comamos algo en tu casa y descansemos.

     —Sí... Creo que le cogí algo de tirria al mar.

Dicho esto, la rubia quedó a la misma altura que Dia y ambas se dirigieron hacia la casa de verano para relajarse de tantas emociones.

「Oneshots Love Live」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora