Capítulo 4

1.8K 129 10
                                    

(La catedral de San Marcos, en multimedia)

🛶🛶🛶🛶🛶🛶🛶🛶🛶🛶🛶🛶

Narrador omnisciente:

—No es para tanto —Dijo Laura pasado un momento.

—Es cierto. De no haber sido por él, yo habría enviado a otra persona a recibirte al aeropuerto —Domenico le lanzó una sonrisa de pesar—. No suele ser mi... trabajo hacer esas cosas.

— ¿Por eso estabas de tan mal humor cuando llegué en el avión?

Él se encogió de hombros.

—Ese día tuve unos problemas en el hotel, y me vi obligado a dejarlos sin resolver para ir a recibirte al Marco Polo. Me disculpo por mis malos modales.

Ella sonrió.

—No me fijé.

—Lo sé. Estabas tan ensimismada con Venecia desde que pusiste el pie en el aeropuerto que ni siquiera te fijaste en mí —le dijo en tono de fastidio mientras le daba un apretón en la mano—. Mi autoestima sufrió un gran golpe.

—Me alegro.

— ¿Te alegras?

—Si no, no habrías venido después a buscarme para asegurarte de que me fijaba en ti. Y no estaríamos aquí ahora, disfrutando cada uno de la compañía del otro.

Él sonrió.

E vero. ¡Por una vez en mi vida me alegro de que una mujer me ignorara!

Ella lo miró con curiosidad.

— ¿Domenico, tanto te importa lo que piensen las mujeres de ti?

Él se encogió de hombros; su sonrisa era de pronto amarga.

— ¿Si digo que sí, me entenderás?

Laura notó su nerviosismo y trató de elegir con cuidado sus siguientes palabras.

— ¿Te ocurre desde que Alessa te dejó para irse con tu mejor amigo?

Él la miró con sorpresa.

— ¡Lo entiendes!

—Sé lo que es que a uno se le caiga el mundo encima.

— ¿Es que un hombre te ha hecho algo similar, Laura? —Le preguntó él con expresión ceñuda.

—No como piensas tú. El único hombre al que he adorado ha sido mi padre. Murió de repente de un infarto cuando yo tenía diez años.

— ¡Pobrecilla! Debió de ser muy duro para ti.

Ella asintió con tristeza.

—Pero fue mucho más duro para mi madre. Ahora me doy cuenta de lo bien que lo hizo. Tuvo que olvidarse de su pena para consolarnos a Abby y a mí, para mudarnos a una casa más pequeña y para ponerse a trabajar para mantenernos.

—Debe de ser una mujer muy especial. La vida cambiaría mucho para ella, y también para ti —le dijo en tono comprensivo.

Laura se encogió de hombros.

—Los niños se adaptan a todo. Al principio estaba inconsolable, pero con el tiempo me di cuenta de que podría soportarlo mientras tuviera a madre y a Abby. La otra constante en mi vida fue Fen, por supuesto. Los Dysart siempre me han tratado como a una más de la familia —sonrió para aligerar un poco el ambiente —. Soy la primera dama de honor en la boda.

— ¿Hay muchas damas de honor?

—Tres más aparte de mí. Las sobrinas adolescentes de Fen, de las que seguramente conocerás a una, Francesca Forli.

Pasión en VeneciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora