Capítulo 8

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(En multimedia, la casa de la familia Green)

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Narrador omnisciente:

Cuando Isabel entró en casa un rato después, Laura estaba sentada en el sofá.

— ¿Por qué se ha marchado Domenico?

—Para despedir a los novios.

—Podría haberse quedado contigo. La feliz pareja está bailando bajo la marquesina con los invitados. Fenny no se marchará hasta que no se vaya la orquesta.

—Pues claro que no. Esta noche van a dormir en casa de Joe. Salen de viaje mañana —Laura sonrió con tristeza—. Domenico solo me ha dado esa excusa para poder marcharse, mamá.

— ¿Y dejarte sola?

—Eso es.

— ¿Os habéis peleado?

—No exactamente. Tan solo le dije unas cuantas cosas que quería decirle.

Isabel se sentó a la mesa.

—Me gusta Domenico.

—Tú también le has gustado.

—Se quedó horrorizado cuando le conté lo que te había pasado.

Laura frunció el ceño.

— ¡Y todavía más cuando me vio!

—Ah, entiendo —Dijo Isabel.

—Me había quedado dormida en el jardín, y él me despertó. Pero el príncipe perdió el hilo de la trama. Se quedó mirando a la Bella Durmiente horrorizado en lugar de besarla para despertarla —Laura se encogió de hombros—. Sólo fue durante unos segundos, pero fue suficiente.

Su madre suspiró.

— ¿Entonces le mandaste a paseo?

—No inmediatamente. Había traído champán para brindar por Fen y Joe, y como estaba cansada de estar sola, estuvimos sentados fuera hasta que empezó a llover.

— ¿Pero qué pasó?

—Le dije que nuestra relación no era posible por nuestras circunstancias tan diferentes...

— ¿Cómo?

Laura se encogió al ver la mirada de su madre.

—Bueno, no es posible, ¿no crees? —Dijo Laura a la defensiva—. Deberías ver su apartamento, por no mencionar el Palacio Forli...

—Cállate. ¡Pero qué tonterías son esas! —Isabel se puso de pie para llenar el hervidor de agua—. Es un insulto hacia tu padre y hacia mí decir que no eres lo bastante buena para Domenico Chiesa, o para cualquier otro hombre, ya puestos.

Laura miró a su madre con consternación.

— ¡No me refería a eso!

— ¿Entonces a qué te referías? Estamos en el siglo veintiuno, Laura... ¿Quiere una taza de té?

—No, gracias.

Isabel se sentó de nuevo a la mesa, mirándola con expresión rigurosa.

—No tenía ni idea de que te sentía inferior a otras personas que tienen más bienes materiales que nosotras. ¿Acaso reaccionabas así cuando Frances Dysart te hacía generosos regalos por tu cumpleaños, o cuando te llevaban a algún sitio con Fenny?

— ¡No! —exclamó Laura horrorizada—. No era eso a lo que yo me refería en absoluto. Los Dysart siempre han sido como mi segunda familia.

—A ver si me entero bien de todo esto. ¿Te has enamorado de un hombre que tú pensaste que tenía un empleo normal y corriente, aunque viva en un apartamento exquisito, vista con elegancia y te invite a cenar a restaurantes caros?

Pasión en VeneciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora