Capítulo 11

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(Edward Lassiter, en multimedia)

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Narrador omnisciente:

Ninguno de los empleados del Palacio Forli, ni siquiera los que recordaban aún el desastre de su boda cancelada años atrás, habían visto a Domenico Chiesa con la tristeza y el mal humor que lo envolvían como una enfermedad desde que había regresado de Londres.

Domenico sabía que sus empleados comentaban, pero le daba lo mismo. Y tan poco tiempo pasaba en su apartamento ya, que incluso estaba pensando en venderlo. Veía a Laura por todas partes: en el balcón, en su salón o dormida a su lado en el sofá... O peor aún, se la imaginaba continuamente entre sus brazos, sonriéndole, besándolo. El deseo de hablar con ella era tan intenso, que le dolía el corazón. Pero el miedo a que lo rechazara le impedía llamarla. Y descartó la idea de hacerlo cuando el teléfono móvil que él le había regalado llegó al Palacio Forli. No lo acompañaba ninguna nota, claro que tampoco la había esperado.

Se refugió en el trabajo, pero no lograba sacarse a Laura de la cabeza. Sabía que algún día olvidaría la angustia de su ruptura, pero ese día parecía muy lejano.



Al igual que Domenico, Laura se enfrascó totalmente en el trabajo, porque estar en casa ya no le atraía. Cada noche le costaba un gran esfuerzo regresar, puesto que la presencia de Domenico permanecía en cada rincón de su pequeño apartamento. Daba lo mismo, por mucho que lavara las sábanas su aroma parecía pegado a su cama. En cuanto se compró un teléfono nuevo, le envió por correo el que él había regalado.

En su empeño de olvidarse de Domenico, hizo dos drásticos cambios en su vida: se compró un coche y se cortó el pelo.

Un viernes, casi seis semanas después de la angustiosa marcha de Domenico, Laura llegó a casa de su madre con su coche nuevo y su corte de pelo

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Un viernes, casi seis semanas después de la angustiosa marcha de Domenico, Laura llegó a casa de su madre con su coche nuevo y su corte de pelo. Con detalle le contó a Isabel lo que había pasado con Domenico, y lo que había hecho Edward para vengarse de ella.

—Me enfurece sólo pensar que Edward utilizó a Abby para arruinarte la vida. ¿No puedes denunciarlo al colegio de médicos o algo?

—Créeme, lo he pensado. Pero como no dio nombres cuando dijo lo de Abby, seguramente quedaría desestimado. Pero no te preocupes. Quedé con Edward en una cafetería y le advertí que iría a sus superiores si volvía a mencionar a Abby. Créeme, recibió el mensaje.

— ¡Ésa es mi chica! —Exclamó Isabel—. ¿Has sabido algo de Domenico desde entonces?

—No. Le devolví el teléfono al Palacio Forli y he cambiado el número de mi apartamento. Así que aunque quisiera contactar conmigo, no podría —Laura sonrió con valentía—. Fin de la historia.

Pero en el fondo Laura había esperado que Domenico le escribiera disculpándose. Pero no lo había hecho, y eso le dolía en el alma.


Isabel estaba disfrutando de unos días de vacaciones con su amiga Janet, lo cual quería decir que Laura no podría ir a Stavely al fin de semana siguiente.

—Pásatelo bien el fin de semana, cariño —le había dicho su madre—. Y te veré al viernes que viene.

El plan de Laura para el fin de semana era estar lo más ocupada posible. Iría a esa fiesta que Ellie y Claire, sus compañeras del banco, iban a celebrar en su casa.

Así que cuando llegó el momento, Laura se puso un vestido, precisamente el que se había puesto con Domenico la última noche en Venecia, se cepilló el pelo y se guardó las llaves del coche en el bolso. No tenía ninguna gana de ir, pero trataría de pasárselo bien.

Unas horas después un taxi se detuvo a la puerta del edificio donde vivía Laura. El pasajero pagó al taxista y llamó al portero automático. Cuando no obtuvo respuesta, abrió la puerta con las llaves que tenía en la mano y subió al primer piso por las escaleras. Llamó al timbre, aunque no esperaba que Laura le abriera. Finalmente abrió la puerta. Las luces estaban encendidas, pero no obtuvo respuesta.

Domenico no se había sentido más cansado en toda su vida. Cerró la puerta y pensó en ir al baño a echarse agua fría en la cara, a ver si se espabilaba; pero para eso tendría que pasar por delante de la habitación de Laura. Al pasar, el aroma de su perfume le dejó clavado en el sitio; sin poderlo remediar, el deseo se apoderó de él. Y casi al mismo tiempo le dio un ataque de celos sólo de pensar que Laura hubiera salido con un hombre, y que ese hombre pudiera acompañarla esa noche a casa. Así que en lugar de lavarse la cara, volvió al salón, desesperado por salir de allí. Pero primero debería dejarle una nota con la llave. Sacó una agenda y una pluma de la cazadora y se sentó en el sofá para escribir la nota. Cuando su cerebro, privado del sueño y descanso, se negó a traducir las palabras al inglés, se frotó los ojos con desesperación. Si por lo menos pudiera descansar un rato tal vez su mente funcionara de nuevo...

 Si por lo menos pudiera descansar un rato tal vez su mente funcionara de nuevo

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Bueno chicos aquí os dejo el penúltimo capítulo de Pasión en Venecia, mañana os dejaré el último capítulo y lamento haber tardado en actualizar pero como ya se me ha hecho costumbre decir: "Mejor tarde, que nunca".

Espero que os haya gustado mucho el capítulo de hoy, como siempre si ha sido así haced clic en la estrella y dejadme saber en los comentarios qué os ha parecido el cabio de look de Laura.

Hasta el próximo capítulo,mis hermosas almas oscuras 🖤 





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