Capítulo 3

1.9K 121 10
                                    

(La plaza de San Marcos, en multimedia)

🛶🛶🛶🛶🛶🛶🛶🛶🛶🛶🛶

Narrador omnisciente:

Laura se despertó con el recuerdo de los besos de Domenico todavía presente en sus labios. Medio aturdida aún, tardó tanto en arreglarse, que cuando bajó al vestíbulo, Domenico ya la estaba esperando. La saludó con los dos besos de costumbre y cruzó unas palabras con la señora Rossi antes de salir a la soleada y algo nebulosa mañana veneciana.

— ¿Cómo estás hoy, cara? —le preguntó mientras buscaban un sitio donde desayunar—. ¿Has dormido bien?

—No —le dijo ella con franqueza—. ¿Y tú?

El negó con la cabeza, suspirando.

—Me quedé tumbado en la cama escuchando el sonido de la lluvia y pensando e nuestros besos.

— ¡Justo!

Él se echó a reír y le tomó la mano.

—Me alegro de que sintieras lo mismo.

Tras un agradable desayuno, Laura insistió en que tomaran un vaporetto en lugar de un taxi, que era más caro, para hacer el breve trayecto hasta la isla de Murano; y de pie apoyada en la barandilla, con el brazo de Domenico sobre sus hombros, observó la isla, cada vez más cerca, cuya silueta quedaba difuminada por el clima de la laguna salina.

Tras un agradable desayuno, Laura insistió en que tomaran un vaporetto en lugar de un taxi, que era más caro, para hacer el breve trayecto hasta la isla de Murano; y de pie apoyada en la barandilla, con el brazo de Domenico sobre sus hombros, obse...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


A medida que se iban acercando, él le señaló los antiguos pórticos de entrada a la isla a los lados del canal.

—Algunos de ellos han sobrevivido desde la Edad Media, cuando Murano era el principal centro de fabricación de vidrio de Europa, y sus ciudadanos eran los únicos artesanos del mundo capaces de producir un espejo.

— ¡Una invención vital desde el punto de vista de una mujer!

Él le sonrió y le retiró un mechón de pelo de la cara cuando iban a salir del barco.

Allora, antes de elegir, ¿te gustaría ver cómo trabajan nuestros famosos vidrieros?

—Desde luego que sí —le aseguró ella.

—Pero después, si ves algo que te guste, deja que sea yo quien regatee —le aconsejó Domenico.

Cuando llegaron a una puerta donde decía <<furnace>>, entraron para contemplar una demostración del antiguo arte que le había dado fama mundial a Murano. Laura observaba fascinada al vidriero que tomaba una gota de cristal líquido con el extremo de una vara de hierro, y con un habilidoso y aparentemente peligroso proceso de vueltas y soplidos, lo transformaba en una copa de vino perfecta.

—Impresionante, Domenico —le dijo ella mientras continuaban visitando las instalaciones—. Para él será un día más trabajo, y para ti nada de nuevo, pero a mí me ha parecido mágico.

Pasión en VeneciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora