Decidí no volverme a enamorar, pero tu sonrisa, ¡maldita sea!, tu sonrisa me pedía lo contrario.
Decidí alejarme de ti, pero tus brazos, ¡maldita sea!, tus brazos no me soltaban.
Decidí no verte más, pero tus ojos, ¡maldita sea!, tus ojos siempre me buscaban.
Decidí olvidarme de ti, pero tus labios, ¡maldita sea!, tus labios me pedían a gritos que me quedara.
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Diario de Irina Monroy (segunda parte)
Short Story¿Qué puede pasar en la vida de una chica en 365 días?