Capítulo 10

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Los días pasaron demasiado rápido, como siempre sucede cuando estás con las personas a las que quieres, para Alex y Kate había llegado el final de su momento mágico, debían regresar a la gran ciudad, ambas se miraban mientras terminaban de cargar sus respectivos equipajes en el maletero del coche, ambas se preguntaban si serían capaces de vivir lo mismo en la gran manzana, o si tal vez sólo había sido un sueño.

Kate tenía rota el alama, nunca en su vida se había enamorado así de una persona, no importaba el sexo que esa persona tuviese, nunca había sentido que su vida sólo tenía sentido cuando el ser amado estaba a su lado, porque simplemente nunca se había permitido amar. Pero toda la felicidad que irradiaba al mismo tiempo la mataba por dentro, sabía que tarde o temprano tendría que hacer su trabajo y aquello significaría terminar con todo su amor, ella sería la encargada de matar ese amor. No había nada que ella pudiera hacer para que lo suyo fuera eterno, lo único que podía hacer era darse por entero a la otra persona mientras fuese posible.

Alex sonreía por la felicidad que le embargaba, pero sentía miedo, pánico, nunca en su vida había alcanzado la felicidad, desde bien pequeña había aprendido que la vida es sufrimiento, por eso mismo ahora que sentía que por primera vez en su vida estaba completa, temía que aquello sólo fuese un sueño, que todo aquello que estaba sintiendo se muriese como mueren las olas del mar al llegar a la playa.

Silencio, por primera vez en diez días ninguna de ellas pronunciaba palabra, se podía escuchar las respiraciones, los latidos acompasados de dos corazones enamorados, miedos resumidos en silencio.

Kate detuvo el coche frente al bloque de apartamentos dónde estaba la vivienda de Alex, por primera vez se miraron, se acariciaron el alma con esas miradas.

-No subes- no fue una pregunta, Alex había aprendido a conocer los gestos de su chica, y la arruga que tenía dibujada ahora mismo en la frente le anunciaba la soledad de esa noche.

-Hoy no, tengo que ir a mi casa – Kate descendió del vehículo se acerco hasta su chica, apoyó sus manos en las caderas de ésta y besó aquella boca a la cual se había hecho adicta.

Se separaron cuando ambas soltaron un suspiro.

-Mañana nos veremos, te quiero- Kate regresó a su asiento, arrancó el motor, miró por última vez a su novia y puso rumbo a su casa.

Alex dejó la maleta en la entrada, se acercó hasta el sofá y se dejo caer en él, sentía más que nunca la soledad, nunca pensó que aquello le pudiera estar pasando a alguien como ella, ella siempre había sido la chica fuerte, dura, sin sentimientos, la mujer que usaba a las mujeres como simples objetos sexuales, y ahora todo eso era historia, ahora todo lo que deseaba es estar toda su vida junto a su novia.

Su teléfono sonó, como llevaba haciéndolo todo el día, pero esta vez contestó.

-Ya era hora, te quiero en mi despacho mañana a primera hora.

-¿Para qué? ¿Acaso algo ha salido mal?

-Alex, te quiero en mi despacho a primera hora.

-Ya, no me lo estás pidiendo, se me olvidaba que tú no pides nunca, tú sólo ordenas – dijo cortando la comunicación.

Will, aquel hombre que la sacó de las calles, aquel que le dio una oportunidad, el mismo que la convirtió en lo que era, hacía más de diez días que le había dado un ultimátum. Nunca pensó que ella podría ser un objetivo de la cólera de él, nunca pensó que todo aquello que hacía que la gente le temiese fuese a ser empleado en su contra.

La trampaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora