Capítulo 3

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El jueves llegó y con él el día en el que Kate comenzaba a trabajar en aquel local, nada más llegar el gerente la hizo acompañarle hasta su despacho para que firmase el contrato laboral.

-Bienvenida Al Pecado, Nikki- le dijo su jefe tras firmar el contrato- Nada de llegar tarde, nada de novios viniendo al local, nada de ligar con clientes, nada de beber mientras trabajas, ¿te queda claro?

-Clarísimo, ¿puedo empezar ya mi jornada?

-No – Kate le miró sorprendida- Debes cambiarte de ropa, debes trabajar en top les – Kate le miró entrecerrando los ojos- Es broma, así estás bien, antes de empezar debes conocer a tus compañeros

Kate salió del despacho siguiendo al hombre, se dirigieron hacia la mesa del fondo del local en la cual se encontraban sentados y charlando los camareros del Pecado.

-Chicos, os presento a Nikki, es la nueva camarera- todos levantaron la mirada para fijarse en ella.

-Bienvenida Al Pecado – dijo el camarero al que ella ya conocía.

-Gracias, ¿Charly? – dijo ella tratando de recordar el nombre del joven, viendo como él asentía.

-Yo soy Helen – dijo una rubia de pelo rizado – Y ellas son Martha, Salen, Karen y Atrix – las cuatro saludaron con un movimiento de cabeza – Hoy falta Gloria, está enferma.

-Encantada – ninguna de ellas era la mujer que buscaba.

-Nikki, acompáñame y te explico un poco dónde está cada cosa – Dijo Charly.

En la mesa del fondo Alex no perdía detalle de la nueva, dibujando una sonrisa al fijarse en el culo de Kate cuando esta se giró para acompañar a Charly.

-¿Cuánto creéis que tardará Alex en meterla en su cama? – preguntó Martha con una sonrisa pícara dibujada en su rostro.

-Una semana – contestó Helen.

-Tres días- dijo Salen.

-Un mes – afirmó Atrix- ¿Y tú qué dices Karen?

-Confío en la nueva y Alex no lo logrará – todas al escuchar aquello comenzaron a reír- Algún día tiene que aparecer la mujer que se le resista, ¿no? – contestó ella alzando los hombros.

Por fin después de una larga primera semana de trabajo en el pecado Kate tenía un día libre, en esa semana había ido entablando amistad con el resto de las chicas, pero de su objetivo no tenía señales y eso comenzaba a exasperarla.

Aquella mañana, como en ella era habitual, se levantó pronto y tras dar un largo paseo por Central Park con Castle, decidió regresar a casa y tras darse una ducha salir de compras, hacía unos días que había visto unas botas que llevaban su nombre pero no había te tenido tiempo para ir a buscarlas.

En un primer momento pensó ir con la moto, pero realmente aquel día le apetecía caminar, perderse por las calles de NY, adoraba esa ciudad, sus calles, sus ruidos, sus olores, la rapidez que transmitía.

-Perdón, no la había visto – dijo al chocarse contra alguien al doblar una esquina.

-No pasa nada, tranquila, yo también iba despistada – contestó la persona al tiempo que se agachaba a recoger sus paquetes del suelo.

La trampaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora