J&8

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Ni una frase.

Ni una palabra.

Ni siquiera era capaz de pronunciar un mísero monosílabo que describiera aquella obra de arte que tuve la fortuna de presenciar. Más que una serie de movimientos geniales, con una técnica impecable y una ejecución increíble, aquellos cuatro chicos tenían pasión. Muy pocas personas tenían la suerte de encontrar una vocación de la que sentiste orgullosos. Mejor dicho, aquello que nos otorga una felicidad indescriptible, aquello que nos permite dejar una huella con una esencia única, aquel conducto de emociones expresados a nuestro antojo en diferentes manifestaciones de arte.

La vocación por la que nos sentimos vivos.

Por un momento parecía que mi mandíbula tocaría el suelo y comenzaría a babear en cualquier momento. Por el contrario, parecía que me había convertido en un pecesito ya que mi boca no había dejado de abrirse y cerrarse, incapaz de emitir algún sonido.

— Dios...

— Eso es buena señal... Creo.

— Por supuesto que sí, es que... Wow. Todo estuvo muy... Muy wow.

Y sus labios no tardaron en ser adornados con sonrisas llenas de orgullo, sus tiernas miradas viéndose entre sí para abrazarse, chocar los cinco o simplemente celebrar en silencio aquel logro. Me fue inevitable no contagiarme de aquella alegría, ha de ser lindo tener un equipo como ese.

Aquel ambiente tan reconfortante fue interrumpido por un celular.

— Es JiHoon. —Aclaró el rubio luego de tomar entre sus manos el aparato y leer los mensajes.— Quiere que lo ayude con la nueva canción.

— Vaya, eso es nuevo. —Comenta aparentemente sorprendido el albino, ganándose un encogimiento de hombros por parte del rubio.

— ¿Que hay de Bumzu?

— No lo sé, Hao. No tardaré, lo prometo.

Se dirigió hacia unas estanterías al final de la habitación, en donde tomó un par de hojas de papel y apresuró su paso hasta la salida sin percatarse de que uno de tantos papeles había caído.

— ¡Hyung! —Le nombró el castaño, recogiendo la página.— ¿Y esto?

— Oh. —Sus rasgados y tiernos ojos se pasearon por las escrituras que el menor sostenía entre sus manos.— Solo es algo que se me ocurrió.

Hoshi se despidió con una sonrisa y abandonó el estudio. Mientras tanto, la atención del castaño parecía haberse extraviado en medio de la tinta que adornaba el blanco papel.

— ¿Que dice, Hyung? —Pregunta el menor con la curiosidad desbordando en su mirar, tomando lugar junto al castaño para darle un vistazo a aquello que lo tenía tan embelesado.

— Pues, entiendo algunas cosas nada más.

— ...“Es todo lo que puedo decir, en la espera, el echar de menos y los recuerdos.”

— Vaya...

— Que hermoso.

Dije sonriendo a la par del albino.

— ¿Están pensando en lo mismo que yo? —Dijo el castaño con una sonrisa llena de emoción.

¿Que mejor respuesta que las miradas cómplices de ese trío de chicos?

Yo simplemente me encogí de hombros antes de seguirlos hasta una de las puertas en ese estudio. Al igual que la primera habitación que visité, en esta yacía un hermoso piano vertical, solo que su apariencia era semejante a una pequeña y acogedora sala de estar. El teñido de blanco tomó asiento en el banquillo del piano.

— No crees que Hoshi se enoje si le modificamos su canción ¿O si?

— Esta es la condición: No modificaremos nada. —Aclaró la duda del más chico y le dió un último vistazo a la hoja antes de dejarla sobre el atril.— Solo lo tomaremos como una idea.

Espera ¿Que?

¿Solo una idea? Quieres decir que no se lo mostrarán a nadie más.

— ¿Haz visto las cosas que hacen Bumzu y Woozi? Componer es lo suyo, esto no sería nada en comparación a lo que ellos son capaces de hacer.

— Vamos, The8. Porque sean buenos en eso no quiere decir que ustedes no lo sean también.

— Hoshi es muy bueno en esto también.

— Y ustedes igual, no lo dudo.

Me senté en uno de los sillones con vista a los chicos y los observé pensar. The8 fué el primero en hablar.

— ¿Y el título de la canción?

— Mmm... Supongo que eso podríamos discutirlo con Hoshi luego.

— Yo tengo algo. —Susurró tímidamente el menor, cerrando sus ojos y plantando una sonrisa dulce en sus labios antes de proseguir.— “No pude expresar lo que sentía porque era tan joven. Quería ser tu mañana así que viví el hoy, desde el día en que te ví hasta hoy, solo tú estás en mi corazón.” — Aquel deje de tristeza en sus palabras fue suficiente como para que ambos chicos se pusieran alerta.

— Dino ¿Qué sucede?

— No es nada, Jun.

Evidentemente, la expresión de Jun no cambió en lo absoluto. Un aura de preocupación tomó lugar en su semblante mientras el más joven solo se alejaba y salía de la habitación. Su instinto gritaba que fuera tras él, que lo detuviera, lo abrazara y le dijera que todo estaría bien (a pesar de no conocer la causa de su brusco cambio de humor), y lo habría hecho de no ser por mi.

— Jun ¿Te molesta si voy yo?

— Mmm... —Presionó los labios un momento y suspiró rindiéndose.— Está bien, ve. Yo, me quedaré un rato con Hao.

Aquella habitación quedó en presencia de los dos chicos, sumergidos en un silencio que a penas logro quebrar el castaño al momento de tomar lugar junto su mayor. Solo se dedicó a jugar con sus dedos nervioso antes de permitir que estos descansaran suavemente sobre las teclas, emitiendo un sonido grave y poco duradero.

Jun realizó exactamente la misma acción, pero en sonidos mas agudos. Nuevamente, posó delicadamente ambas manos sobre las teclas y armonizó un acorde arbitrario, a lo que el pelo blanco respondió con una suave melodía en el mismo tono.

Y así pasaron el rato ambos chicos...

La música es un lenguaje universal, no hay la necesidad de recurrir a las palabras para expresarse libremente. Independiente del origen, este es capaz de emplear un millón de palabras, ideas y emociones en una simple y dulce melodía.

Ambos corazones fusionándose en una suave danza y palpitando en la misma sintonía, cantando al unísono una melodía de la que ambos han de sentirse orgullosos.

"The Door" (SEVENTEEN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora