Hannie

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Que asco...

Era la única frase que la mente de cierto joven lograba reproducir una y otra vez en cada mísero segundo, sus oscuros orbes escaneando cada delicada facción, cada diminuta y a simple vista invisible pequita salpicando su piel, unos rasgados y naturalmente delineados ojos gatunos; cabe destacar que adornados por unas espesas pero no muy abundantes pestañas, una nariz pequeña y una quijada definida, sin embargo, no endurecía su brillante y angelical aura. Pero había un detalle más, uno largo, lacio, sedoso... Y rubio.

De seguro no era la primera persona que tenía algo contra su cabello, es decir, todos lo tenemos, pero no a tal punto de tomar un mechón considerablemente largo y permitir que un par de tijeras hicieran su trabajo.

— ¡Oye, no!

De acuerdo, la cosa va así: Luego de abandonar la habitación, cuyo dueño se apodaba “Woozi” a juzgar por las escrituras en la entrada. A pesar de que lo había visto en pleno bloqueo creativo y no había terminado en la mejor de las condiciones, seguir curoseando por el resto del lugar no era una idea del todo descartable. No obstante, me hubiera gustado llegar antes de que esas tijeras accedieran a cortar el dorado mechón.

— Ahm... ¿Te conozco? —Alzó una de sus cejas al percatarse de mi presencia.

— Eso no es importante. —Me acerqué a pasitos veloces en cuanto se dedicó a ignorarme y continuar con lo suyo. Con una de mis manos tomé la muñeca con la que empuñaba la tijera, solo para captar su atención y para evitar un nuevo corte.— ¿Por qué quieres cortarlo?

— Está muy largo. —Puse mis ojos en blanco y negué con la cabeza, estando en total desacuerdo con esa idea.

— Pero está hermoso así, es suave y el color te sienta. —Al soltar su muñeca, bajó las tijeras y se dedicó a escanearme con su mirada fija en mi reflejo. Por mi parte, mis dedos se abrieron paso entre las hebras de la rubia cabellera en un tacto tan suave que me sorprendió oír un suave suspiro.

— Pero me veo como una chica.

— Claro que no.

— Mírame a los ojos y niégamelo. —Estaba a punto de hacer precisamente eso, pero su intensa mirada chocolate se clavó en la mía, provocando que las palabras se atascaran en mi garganta y ninguna negación saliera de mis labios.

Mierda, tenía razón.

— ¿Ahora lo entiendes?

De acuerdo, Jeonghan no tenía los rasgos faciales más marcados y masculinos del mundo, pero una cabellera así ¿Significaba que en serio tenía flojera de ir a hacerse un buen corte? O ¿Nunca le molestó hasta este momento por el simple hecho de que en realidad le gustaba?

— El cabello crece, puedo dejarlo largo más adelante si lo deseo, pero en estos momentos lo único que deseo es cortarlo. —Tuerzo mis labios aún jugueteando con esa cascada de oro y pregunto luego de un pesado suspiro.

— ¿Puedo hacerte una trenza? —Una mirada de desconcierto se adueñó del rubio.

— Que extraña petición. Adelante. —Y se dejó hacer.

Mientras dividía sus brillantes hebras de cabello. —Aún digo que es una locura que lo cortes, si no te gustara ni siquiera te lo habrías dejado crecer.

— Buena observación, cuando los humanos seamos seres conscientemente estables avísame.

Touché.

Jeonghan = 1.
Yo = 0.

Las personas cambian.

— No te hace menos masculino.

— Pero si menos confiado.

— No es cierto.

— ¿Tú que sabes?

— Todo este tiempo con el cabello largo es suficiente para saber que hasta que comenzaste a pensar así lo presumías con la frente en alto.

Jeonghan = 1.
Yo = 1.

— Comenzaste a creer que la situación es así solo porque alguien más comentó eso sobre ti.

— La situación se escapa de mis manos, lo mínimo que puedo hacer es cambiar.

Change Up”

No creí que esa frase la presenciaría en más de una de las puertas, al parecer no es el único con una crisis con tan chocante frase. La diferencia es que Jeonghan no parecía tenerle miedo al cambio, admirable, pero que lo haga por otros en verdad apesta. Aunque no lo culpo, somos seres capaces de pecar con la vista y lastimar con palabras. Todo es juzgado de manera peyorativa, burlesca, crítica, destructiva, despectiva... Cruel...

— Listo. —Aviso en cuanto termino la trenza la sostengo con una liga para el cabello. Admiré mi exitoso trabajo con una tímida sonrisa orgullosa.

— Vaya. —¿Las sonrisa son contagiosas? Por supuesto que lo son.— Se ve increíble, ni siquiera sentí cuando la hiciste, como si tuvieras manos de ángel. Gracias.

— Se te ve muy bien. —Concluyo contento y me doy vuelta dispuesto a irme.— Creo que es hora de irme, debes tener cosas que hacer y no me gust...

— ¡No! Espera, digo, solo hazme un último favor ¿Puedes? —Se volteó y me extendió las tijeras.

No...

No se hacer esto.

— Yo menos, pero no quedará mejor si yo lo hago yo mismo y en serio quiero acabar con esto ahora.

Ay esos ojos no.

No el puchero.

¡Las pestañas!

No recuerdo bien en qué momento fue que terminé con esa afilada tijera en manos y le concedí, con todo el dolor del mundo, el primer corte.

"The Door" (SEVENTEEN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora