Δ ⅩⅥ Δ

1K 167 30
                                    

Es un día alegre en Gravity Falls, no hay criaturas extrañas, hay escombros que recoger, personas devueltas a su normalidad y familias unidas nuevamente tras el total desastre.

Silencio, no supo qué hacer, no quiso hacer nada, no tenía a nadie a su alrededor. Escuchaba voces vagas que ni prestaba atención, no recuerda donde se encuentra y ni siquiera lo reconoce. Camina mareado con la cabeza sujetada por una de sus manos, recuerda poco sus ojos llenos de preocupación y amargura, sentir su cara arder al recordar el suave tacto de sus labios. Siente que va a ver pero unas manos alcanza a sujetar su débil cuerpo y una voz familiar hace que su corazón se apacigüe.

–Deberías quedarte en cama por el resto del día y descansar –dice la voz–, ya era hora que despertaras.

Vuelve a sentir un colchón en su espalda, unas suaves y reconfortantes sábanas abrigar su cuerpo y unas manos acariciar su rostro. Ese en ese entonces a quién tenía al frente.

–¿No te vas a ir sin debilitarme otra vez, Pino? –susurra agotado y con una sonrisa en rostro.

Poco a poco los mareos se van yendo, la vista está clara y podía ver la sonrisa con una mejor claridad en el rostro del muchacho que tiene al frente suyo. Vuelven a besarse y la debilidad ya no se siente, siguen por un largo rato hasta que su estomago delata su hambre obligando a separar sus labios.

–Perdón –ríe–, tampoco es que vaya a cometer canibalismo.

Luego de un rato Mabel llegaba con un plato de comida para Bill, allí lo entretuvieron por un largo rato hasta que en su memoria algo había sentido que olvidaba.

–¿Qué día es hoy?

–Ha pasado una semana –respondió Mabel–, nuestro cumpleaños ya ha pasado y nos hemos quedado rato aquí gracias a mi –responde orgullosa.

De allí pasa a una tónica discusión amistosa entre los hermanos Pines, Bill tan solo le queda por verlos y siempre sonriente. Se sentía cómodo, que tenía cierta pertenencia al lugar pero sabía que llegaría el día de decir hasta pronto porque sabía que tenían que volver con sus padres y ese día llegó.

Todos estaban tristes, nadie quería despedirse pero nada impedí que el sol resplandeciera con es hermoso brillo en su atardecer. Mabel se despidió de sus amigas, abrazándolas, llorándolas y sonriéndoles ante todo con su optimismo de siempre. Dipper se despedía de la pandilla que había empezado a ser parte, despidiéndose de Wendy y sus amigos, finamente los mellizos se despiden de sus tíos abuelos con cálido abrazo. Pato es el primero en subir al autobús esperando a la melliza quien observa cómo su hermano, enamorado, se acercará a Bill como si diera esa sensación que guardaba lo mejor para el final.

–Nos asustaste.

–Linda forma de partir una despedida, Pino.

Ambo ríen pero Dipper a penas estaba comenzado.

–Hablo en serio –recalca triste–, nos asústate, ya pensábamos que te habíamos perdido.

Bill da un paso al frente y acaricia el rostro del muchacho sin despegar su vista los ojos del chico. Sabía que cuando se refiera en plural se refería más a él que su hermana.

–Pero volveremos a vernos, Pino, y esta vez no como extraños –responde sonriente Bill.

Ambos juntan sus frentes, Dipper apoya sus manos en el pecho del muchacho que solía ser inmortal y con escuchar su corazón latir ya sabe que tenía algo que perder pero que por lo menos ser perdería también con el tiempo, que ambos se perderían juntos apreciando esos momentos que querrán seguir construyendo. Sube sus manos del pecho hasta el cuello acaricia con suavidad la nuca y mechones del cabello.

–Hay algo que los humanos hacen con frecuencia cuando quieren hacer oficial una relación denominada romántica entre dos individuos –señala Bill–, no seré el ser más romántico, Dipper pero antes que te vayas, ¿aceptarías dar el siguiente paso y ser mi novio?

Despega su frente para ver los ojos con claridad del muchacho, siguen teniendo esa característica extraña que tanto le fascinaba.

–Claro que si –responde ya casi demostrando euforia.

Tras ese dulce intercambio de sonrisas, miradas y alegrías se besan.

Stan estaba a punto de reclamar que perderían el bus pero Ford lo detiene a tiempo y pide que mire la escena con tranquilidad, nadie podía impide que las emociones fluyeran y ambos eran el claro ejemplo de cómo la destrucción casi arruina su relación.

Al momento en que se separan se toman de la manaos y lentamente las separan, Dipper sube al bus con una sonrisa y un sonrojo que se notaban hasta las orejas.

–Hasta pronto, extraño.

Bill deja salir una carcajada de sus labios a escuchar esas últimas palabras de Dipper. Últimas palabras que escucharía de ese verano hasta que pase el siguiente y de allí en adelante ya no serían completos extraños.

Hi, S T R Δ Π G Σ RDonde viven las historias. Descúbrelo ahora