Capitulo II

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Candy se lanzó hacia el sofá, Terry debió de sorprenderse por su repentino movimiento, porque aflojó la presión. Eso era todo lo que necesitaba....Candy había aprendido pronto, jugando con Albert y Anthony a aprovechar cualquier ventaja que pudiera conseguir. En un instante, torció la muñeca y se liberó. Cayó sobre sus manos y sus rodillas y se puso a mirar bajo el sofá, buscando el miembro errante. Aparentemente los sirvientes fijos de la Mansion Cartwrite no eran mucho mejores que los temporales, a juzgar por el polvo que había, que fácilmente tendría unos dos centímetros de espesor...Candy estornudó.

—¿Qué está haciendo? —Terry sonaba muy molesto, Candy le echó un vistazo, se le veía muy molesto, también.

—Estoy buscando algo.

—¿El qué?

Ella le sonrió, el pene de Eros, si quiere saberlo.

—¿Qué?

—Espere un minuto, sus dedos rozaron algo largo y duro. —Creo que ya lo tengo.

Terry contempló el delicioso trasero de la señorita Ardley...-Acababa de decir que estaba buscando un... pene? Su propio pene saltó ante esa idea, que es lo que le estaba pasando? Normalmente no estaba plagado de tales pensamientos inapropiados por una joven. Por supuesto que normalmente tampoco tenía una visión tan evidente del trasero de una joven en camisón. Sería tan fácil coger el dobladillo de su camisón y subirlo hacia arriba para revelar... ¡Nooooo!, era la hermana menor de Albert  y Anthony... que tenía un redondo, delicioso, fascinante... Terry se pasó las manos por el pelo.
—¿Va a salir de ahí ya?

Candy gruñó y comenzó a retroceder. Su rodilla pisó la tela de su camisón, que marcó claramente su encantador... Terry juntó las manos a su espalda y alzó la vista para admirar la moldura de techo. —Mire lo que tengo.

Él observó el objeto que ella agitaba bajo sus narices. En efecto, parecía ser el prominente pene de la estatua de Eros. —Ehh, sí, ya lo veo. ...No podía pensar en nada más que decir, seguramente ella no trataría de hacerle participar en un debate sobre el... nada.

—Parece que el pobre Eros es el que peor parado ha salido.

Candy se encogió de hombros.

—Golpeé la estatua con el candelero cuando me sorprendió, debería de haberme dado cuenta entonces que era de yeso y no de piedra, pero estaba pensando en otras cosas.
Sí, bueno. No podía permitirse el lujo de pensar lo seductora que había resultado la lucha con la señorita Ardlay...Consideró recoger el paño de Holanda del suelo y dejarlo caer sobre su mano y el objeto que ella sostenía.

—Me fijé que no cubrió la escultura.

Candy se echó a reír. —Oh, no. Mi madre es una artista, ¿recuerda? Estoy acostumbrada a este tipo de cosas, pero la señora Darcy, nuestra ama de llaves, no lo está. Me temo que no apreciaba el trabajo de del señor Cartwrite . —La casa está llena de paños holandeses.

—Ah. No parecía haber nada más que decir a eso, pero mire aquí.

Candy sostuvo el pene de la estatua de nuevo, sus delicados dedos se cerraron con fuerza alrededor de la dura longitud. Era una representación tan realista, que si el pobre Eros todavía estuviera conectado a él, sería un dios muy feliz.

Su propio pene le hizo saber lo feliz que estaría de recibir una atención similar.
Maldita sea, no podía sentir lujuria por esta mujer. Pero por otra parte, en ese momento las jóvenes bien educadas estarían desmayadas, no agarrando un pene sin cuerpo con tanto entusiasmo.

—Qué es? ..Candy parpadeó, su voz había sonado bastante dura, pero, ¡Por Dios!, él estaba al límite de su resistencia. Ella estaba en camisón, por el amor de Dios, totalmente desnuda bajo esa fina tela. Sabía exactamente como se sentían sus suaves pechos presionados contra su pecho y como su trasero llenaba sus manos. Había probado su caliente y húmeda boca, sentido que su lengua se deslizaba sobre la suya, aspirado el olor almizclado de su deseo. Y ahora estaba allí, sosteniendo todavía un pene completamente erecto y grueso de yeso.

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