Capitulo XIII

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—¡Candy! ¡Candy!, ¿Está bien?!

Gracias a Dios que no hacía viento o estaría completamente mortificada. Su falda no se había levantado durante la caída. Por el momento cubría su parte inferior, pero si una ráfaga de viento soplaba, seguro que se vería su trasero... —Candy se esforzó para enderezarse, pero sólo consiguió hundirse más profundamente en el frondoso abrazo del arbusto.

—Deje de menearse. La tengo. —Un fuerte brazo envolvió su cintura y la levantó, liberándola de su espinosa prisión. —¿Está bien? —Terry la puso en el suelo y le quitó una ramita del pelo.

—Mmm. —Candy escupió una hoja de la boca y rescató el sombrero que colgaba en su nuca. —Sí. Creo que sí.

Terry la sujetó por los hombros y la miró de arriba abajo, con una arruga de preocupación entre sus cejas. —Tiene un aspecto horrible.

—Muchas gracias, pero usted tampoco se ve muy elegante ahora mismo.

A pesar de que tenía mejor aspecto que ella, Terry había perdido el sombrero en su loca carrera y una de las mangas del abrigo se había separado de su hombro, pero aparte de eso parecía sorprendentemente ileso.

—Mark se va a poner muy contento cuando vea que tiene que confeccionarle otro abrigo. Este es el segundo que arruina en dos días, a este paso su sastre no va a poder parar de coser.

Él se encogió de hombros.—No importa. —Sacó su pañuelo y le limpió la mejilla. —Tiene algunos rasguños en la cara. —¿Está segura que está bien?

—Además del hecho de que, aparentemente mi rostro les producirá pesadillas a los niños pequeños y a los fastidiosos miembros de la alta sociedad, sí, me siento bien.

—Señor. —Cookie se acercó en seguida, un poco desaliñado también por el accidente. Tenía un gran rasguño en la mejilla y su uniforme definitivamente necesitaría ser reemplazado. —La señora Paulina Giddings me ha pedido que les diga que siente lo que ha pasado y que estaría encantada de llevarles a usted y a la señorita hasta su destino.

Terry se pasó la mano por el pelo. —Es muy amable, me gustaría llevar a casa a la señorita Ardlay lo más pronto posible, pero no quiero dejarte a solas con el auto destrozado.

—Estaré bien, señor, puede enviar ayuda cuando vuelvan a la Mansion Granchester.

Terry levantó las cejas. —En el carruaje y con el cochero de la señora Giddings, eso puede llevar horas.

Cookie soltó un bufido. —Sí, lo sé.

—Yo puedo ir por mi cuenta.

Candy no estaba dispuesta a abandonar a Terry, se sentía muy inestable y él continuaba sosteniéndola, pero podría sentarse en una calesa, especialmente la de la señora Giddinsg, con Terry a su lado por supuesto y avanzar a paso de tortuga unas pocas manzanas hasta la mansión Granchester. —Quédese y hágase cargo de la situación aquí....

—Señor... con su perdón, señorita Ardlay—Dijo Cooki. —Pero no creo que sea una buena idea. —Cooki lanzó a Terry una significativa mirada. Terry vaciló un momento y luego asintió con la cabeza.

—Creo que Cookie tiene razón, señorita Ardley, lo mejor es que la acompañe yo.

—No puede llevar tanto tiempo llegar a...

—Sí, que puede.

Terry y Candy se volvieron para ver de donde había salido la voz de un niño. Un joven muchacho vestido con un uniforme estaba  un poco cerca a ellos; —acariciba un caballo. —Él les sonrió.

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