Capitulo XVII

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—¿Cómo que no hay nada? Tiene que haber algo. Candy agarró el pene de la estatua de Eros y miró en su interior. —Puede que tus dedos sean demasiado gruesos. —Candy levantó la mano derecha para buscar en el interior y arrastró la cadena y la mano izquierda de Terry...—Oh, esto es irritante. —Toma, sostenlo tú. —Terry tomó el miembro mientras ella metía los dedos dentro. ¡Demonios!, Terry tenía razón. Allí no había nada. —Puede que el dibujo se hubiera quedado en el cuerpo de la estatua. —Se arrodilló y miró allí también, hurgando en la cavidad hasta donde podía alcanzar. —Igual se ha caído dentro.

—Toda la estatua está hueca.

—Si es así, la única manera de sacarlo es romperla.

—¡Jum!. —Eso haría algo de ruido, pero la orquesta, por no hablar de los invitados, ya eran muy ruidosos, y de todas maneras, necesitaban la última pieza del boceto. No hacer nada no era una opción.

Candy le dio un ligero empujón para ver lo fácil que sería hacerla añicos. Muy fácil, al haberle quitado su miembro viril, el dios estaba desequilibrado. Su tentativo empujón hizo que terminara cayéndose y estrellándose contra el suelo de mármol, justo cuando la orquesta tocaba la última nota. El sonido resultó sorprendentemente fuerte ¡Uy!

Terry suspiró. —No importa, ya no se puede evitar.

—¿Ves el dibujo? Candy miró cuidadosamente el suelo.

El señor Stanford había puesto en la alcoba un aplique en la pared, pero algunos de los trozos de la estatua de Eros se habían deslizado más allá del círculo de luz. No había espacio en la alcoba para retirar el pedestal, ahora vacío, sobre todo con la mano derecha encadenada a Terry.

—No, pero puede que esté en las sombras. —Necesitaba una manera de alcanzarlos. Si ella tuviera un palo.... —Dame el pene. —Terry le entregó el solitario miembro y ella lo usó para rebuscar entre los pedazos de yeso. —No veo nada, ¿y tú? —Candy lo miró. ¿Podría haber llegado alguien a esta estatua antes que nosotros?

Terry frunció el ceño. —No lo creo...—¿Cómo hubieran sabido dónde buscar? No creo que les hayamos dejado alguna pista.

Candy se sacudió la túnica con la mano izquierda.

—La primera estatua se hizo añicos y la segunda lo volvimos a poner como estaba, pero la tercera... —¿Crees que alguien encontró su cuerpo incompleto en el armario de la galería?

—Lo dudo, pero supongo que es posible. —Terry enderezó la capucha de Candy y se la bajó más..—Aunque no veo cómo iban a descubrir su importancia. Había un montón de trastos en el armario. ¿Por qué centrarse en una estatua rota de Eros?

—Eso es cierto. —Pero el dibujo no estaba allí... Aunque puede que nunca hubiera estado. —El señor Cartwright dibujó un grupo de estatuas de Eros en la sala donde estaba esa gente, y mi madre me dijo que había hecho muchas.

—Hmm. —Terry volvió a mirar el destrozo del suelo. —¿Así que piensas que este no es el Eros correcto?

—Creo que no. —Y efectivamente esperaba que no lo fuera. —Tenemos que seguir buscando.

La boca de Terry se apretó en una delgada línea..—Esperaba que fuera este.

—Bueno, pues no lo es. Vamos. —Candy abrió la cortina y salió de la alcoba para encontrarse directamente con la odiosa mirada del señor Leonard.

—Se han dejado llevar un poco, ¿verdad?

Gracias a la túnica y a la máscara, su rubor pasaba desapercibido. Terry ni se dignó a responder a Leonard. La agarró del brazo y se dirigió a la siguiente sala.

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