Capitulo V

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Terry miró alrededor de la terraza. Había sólo unas cuantas parejas fuera, y todas parecían demasiado absortas en sus propias conversaciones, para prestar ninguna atención ni a él, ni a su compañera. Mejor. Eso era lo mejor para la señorita Ardlay, aparentemente ella no deseaba ninguna atención en absoluto, ya que se dirigió directamente hacia las escaleras que llevaban al jardín, tirando de él como un perro de caza con correa podía tirar de su amo.

Terry se detuvo y poniendo su mano sobre la de ella, y le murmuró al oído. —Despacio. No deseamos que alguien que nos esté mirando, se pregunte la razón por la que tenemos tanta prisa en llegar a los arbustos, si no es para ver... o hacer... ya sabe.

—Oh.

Candy se detuvo y lanzó una mirada un poco asustada a todo el mundo en la terraza. Sería una terrible espía. Terry la llevó hasta la barandilla, podian hacer una pausa un momento allí y observar el jardín desde arriba antes de descender y seguir uno de los senderos. Las otras parejas estaban todavía interesadas en sus actividades, pero unos pocos minutos de charla, conseguiría que la mayoría de la gente perdiera cualquier atisbo de curiosidad que pudieran tener. Por desgracia, eso no haría nada para apaciguar la curiosidad que seguro estaba en su mayor apogeo en el salón de baile. Su madre y sus tías y el resto de la sociedad presente, estarían especulando salvajemente sobre este paseo con la señorita Ardlay. No es que hubiera algo escandaloso en el hecho de escapar del calor y la multitud del salón, y descansar unos momentos en la terraza, o incluso dar un paseo por los senderos del jardín, disfrutando del aire de la noche.

A muchos caballeros les gustaban esos paseos, él nunca antes se lo había ofrecido a ninguna dama. Después de esta noche tendría que mantener las distancias con la señorita Ardlay hasta que los chismorreos se disipasen. Su estómago - y otro órgano - se hundió con ese pensamiento.

Terry frunció el ceño a la barandilla de piedra...¡Maldita sea! ¿qué era lo que le pasaba? Nunca había reaccionado de esta manera ante una mujer, o al menos nunca desde su juventud. El único órgano que debía estimular era su cerebro, su confuso cerebro. Tenía un rompecabezas que resolver y, dado el número de personas que demostraban tener interés en las ilustraciones del señor Cartwright, este asunto era muy importante. No podía permitirse el lujo de perder el tiempo deseando a la mujer que tenía a su lado.

—La Magnolia Grandiflora está allí. —Dijo Candy, haciendo un gesto hacia la izquierda. -No se puede ver desde aquí, pero si seguimos ese camino, la encontraremos.

Había algo en la voz de Candy que llegó directamente a su... ¡Demonios!. Apoyó las manos en la barandilla, una posición mejor para observar disimuladamente los pechos de Candy. ....—Estoy impresionado con su profundo conocimiento del jardín de Kelly.

Candy lo miró y se encogió de hombros.—Esta no es la primera vez que vengo, me han invitado al jardín de los Kelly muchas veces. -Resopló.- Conozco todos los jardines de la alta sociedad con absoluto detalle.

—¿Ah, sí? -Sus palabras apuñalaron su estómago. ¡Santo Dios! ¿estaba celoso? Esta situación se ponía cada vez peor.

Candy frunció el ceño. —Sí, pero no de la manera que sugiere su tono, mis hermanos mayores son conocidos por ser muy aficionados a las plantas.

—Ah. ‐Reprimió una sonrisa, Decir que Anthony y Albert eran muy aficionados a las plantas, era algo así como decir que el arzobispo de Canterbury estaba muy interesado en la religión. —Supongo que usted no comparte el entusiasmo de sus hermanos.

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