X. Hogar, dulce hogar

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*Hola. Esta vez creo no haber tardado tanto. La historia comenzará a tomar más forma y espero que les siga interesando. He visto que ha disminuido el número de personas que la ve, en parte sé que es mi culpa por tardar la vida en actualizar pero ojalá regresen cuando esto se ponga mejor jajaja. Gracias a quienes siguen a pesar de la tardanza de esta escritora.*

DISFRUTEN SU LECTURA...

Dionisio observó confundido a su esposa. –¿Arrastrarte?, ¿a qué?

–Tú sabes que fui prófuga por muchos años y para sobrevivir llegué a hacer amistades peligrosas... no quiero que las personas confundan las cosas y tampoco deseo poner en peligro nuestra vida, nuestra familia –reconoció abrumada– por eso me preocupa lo que dice y hace.

Él la abrazó. –Eso no va a pasar y si esa es la razón, no me des más explicaciones, cuenta conmigo para evitar que nuestra hija termine en malos pasos –apoyándola.

Victoria respiró profundo y agradeció en silencio a la vida por evitarle más explicaciones innecesarias así como obtener el apoyo de su marido en esto porque sería complicado.

*Sala*

Mientras Dionisio y Victoria hablaban en la habitación todos habían hecho su equipaje y esperaban a los tortolitos en la sala, incluida Ana Sofía que nadie había notado su actuar con Sofía. De pronto la chica entró y se sentó en silencio sin mirar a nadie, su semblante era de molestia.

María se atrevió a encararla. –Esta vez sí te pasaste Sofía pero estoy segura que mi mamá no te va a pasar ni una sola de tus majaderías y que se va a encargar que dejes tus caprichitos.

–Nadie pidió tu opinión, María, ¿o acaso me viste preguntarte qué pensabas? –Arrogante–. Así que deja de meterte donde nadie te ha llamado que ese problema será entre Victoria y yo, tú no te metas –sentenció, sus ojos centelleaban de furia.

Todos observaban en silencio con diferentes pensamientos en su cabeza, sin embargo, en ese instante salieron Dionisio y Victoria con maleta en mano para partir.

–¿Están todos listos?

–Sí –respondió Iván–, parece que sí iremos todos a México –en una clara indirecta a su madre sobre la presencia de Sofía.

Ella le entendió. –Me parece muy bien que nos vayamos todos, allá habrá mucho trabajo que hacer –respondiendo en la misma sintonía. Giró a ver a su madre–. Mamá, no quisiera que nos fuéramos pero sabes que el trabajo nos llama –sonriéndole.

–Sí, lo sé, hija –abrazándola– y espero que regresen muy pronto a vernos porque a veces se dejan extrañar mucho.

–No se preocupe, suegrita –sonriendo–, le prometo traer a su hija de regreso muy pronto –juguetón como siempre.

–Eso esperamos, hijo –lo abrazó Sergio–, saben que Isabel y yo siempre los esperamos con mucho gusto.

–Créanme que los vamos a extrañar –señaló Franco mientras abrazaba a Kendra– ya estábamos acostumbrados a verlos diario.

–Este mes fue increíble –agregó Kendra– pero van a volver pronto, ¿verdad?

–Sí –sonrió Victoria–, prometemos volver antes del nacimiento de mi sobrino o sobrina –feliz.

–También para nuestra boda estarán aquí, ¿verdad? –Intervino Alonso.

–No pueden dejarnos plantados –sentenció Linda.

–Claro que vendremos –prometió Dionisio–, sólo que tenemos que regresar a México porque nuestra vida está hecha allá y hay muchos pendientes –aclaró.

El Diamante Negro || El Sabor del Pecado IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora