IX. Batalla perdida

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*Hola. Aquí les traigo un capítulo más. Espero que sea de su agrado y vamos a empezar a dar más pistas de lo que vendrá más adelante, pongan atención a las letras en negrita de los diálogos y háganme saber qué piensan. Me gusta mucho leer sus teorías y sus comentarios.*

DISFRUTEN SU LECTURA...


*Un par de horas después*

*Atenas, Grecia*

Victoria y Dionisio llegaron por la tarde a su casa. Al entrar, la primera en recibirlos fue Leonela.

–¡Vaya! Hasta que se deja ver el par de tortolitos –burlona.

–Cállate, estúpida –riendo y abrazándola– que esto es tu culpa también.

–No lo voy a negar –reconoció–, acepto mi parte de culpa en su tardanza.

–¿Dónde están todos? –Preguntó Dionisio.

–Sus hijos salieron, la única que no fue Sofía que está en su habitación "castigada" como tú pediste –señalando a Victoria–. Del resto, sólo están Ana Sofía y tu mamá.

–Bueno, creo que es hora de volver a la normalidad y hablar con esa niña –su semblante se puso serio–. ¿Puedes llevar las maletas al cuarto, amor? –Le pidió Victoria a Dionisio.

–Sí, claro –suspiró–. Trata de entenderla más que regañarla, Victoria –le pidió.

–Ya veremos...

Caminó decidida por el pasillo hasta la habitación de Sofía. Tocó la puerta dos veces y escuchó a su hija decir que pasara. Ella no sabía que su madre ya había llegado. Al abrir, Victoria observó a su hija mirando el paisaje a través de la ventana y dándole la espalda a la puerta.

–Así que has estado de berrinche –reclamó con enfado.

–¡Vaya, te dignaste a aparecer!, ¿qué, se te acabó la luna de miel? –Grosera, sin girar a mirarla.

Ellas no se percataron que, en el pasillo, Ana, Dionisio, Leonela e Isabel miraban en silencio.

Victoria respiró profundo. –Sabes perfectamente que no me impresionas con esa actitud, Sofía, y por tu bien espero que te tranquilices sola.

–¡Claro!, ¡qué más puede decir la gran modista, la señora perfecta! –Furiosa–. Piensa lo que quieras, yo ya me cansé de ti y de tus reglas –levantándose y girando para quedar frente a frente–. ¡Estoy harta de esto! Nuestros planes originales no eran estos y no soy feliz, ¡esa es la realidad aunque a ti te duela! Yo deseaba una vida diferente y ¡tú me la negaste!

–¡Te la seguiré negando mientras tenga vida! –Furiosa–, además, no seas hipócrita ¿ahora resulta que después de tantos años te sale la inconformidad, Sofía? –Irónica–. ¿A qué se debe?

–A que ahora tu tiempo es sólo para Dionisio y tus niños pequeños. ¡Te has olvidado que tienes más hijos y que nosotros también contamos! Que nosotros tenemos sueños y planes pero tus reglas impiden que lo logremos –dolida.

–Eso es mentira, tú estás haciendo un berrinche y no pienso aguantarlo así que piensa muy bien las cosas por ti misma, Sofía –arrogante y altanera–, porque si no cambias tu estúpida actitud, te juro que lo vas a lamentar, ¡no me obligues a hacer cosas que no quieres! –Amenazándola.

–¿Me vas a amenazar? –Retándola–. Muy bien, yo también puedo jugar contigo, ¿quieres que les cuente a todos por qué estoy así?

Victoria no se inmutó, su semblante era sombrío y duro. –Tú sabrás, eres consciente de las consecuencias que tendrá para ti, no para mí –sonriendo altanera–. Aquí eres tú la que lleva las de perder y yo no pienso ponerme a tu nivel de juego, es la última vez que te lo digo.

El Diamante Negro || El Sabor del Pecado IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora