«¿Alguien está gritando?», voces lejanas se arremolinaban en mi mente. Mis párpados pesaban pero aún así quería prestar atención a lo que estaban diciendo. ¿Por qué aquella joven llamó traidor a Céfiro?
—¡Dijiste que la ibas a asesinar, Céfiro! ¡Ese era nuestro acuerdo!— gritaba la mujer hecha una furia.
Golpes secos se oían en la habitación, sin embargo no podía escuchar la voz de Céfiro, aunque la discusión aún seguía:
—¡No me interesan los intereses que pudiste haber tenido! Teníamos un trato y lo arruinaste, él ya la encontró— los gritos cada vez eran más intensos— ¡Ya la encontró!
Todo seguía a oscuras y por alguna razón pude notar que cada vez que las cosas se ponían difíciles con estas personas todo terminaba en oscuridad. Decidí que lo mejor sería mantener los ojos cerrados y aparentar que aún estaba durmiendo. Quería escuchar lo que tenían para decir.
Centré todos mis sentidos en intentar descifrar lo que Céfiro decía. Mi pecho dolía, ¿cómo mi vida se había transformado de un día para el otro en esto? ¿En qué clase de situación me veía envuelta? Finalmente logré desentrañar su voz susurrando las respuestas.
—Sabías que la amaba, ¡los dos lo hacíamos! Pero él sería el rey, mientras que yo ¿qué sería? ¿su escolta? ¿su caballero? Fueron años en las sombras, viéndola a lo lejos mientras se marchitaba...
«¿Marchitaba? ¿Años?».
—¡Finalmente nos habíamos deshecho de ella, Céfiro!
—¡Tu eras la única que quería deshacerse de ella, Dafne, no yo! ¡Desearía que jamás hubiera ocurrido eso, desearía que simplemente no hubiera aparecido en nuestras vidas... pero lo hizo. Y lo hizo para estar con él, un rey a quien no le interesa su reino, a quien no le importa el resto de los dioses y mucho menos la humanidad. Y ella es parte de esa humanidad.
—¡Tú fuiste el único que la estuvo custodiando por años en este mundo y ahora dices que desearías que no hubiera aparecido!
—Si conocerla significaba que también lo conociera a él, ¡sí, hubiera deseado que nunca hubiera aparecido! Porque vi como su vida se fue apagando hasta que finalmente...— Céfiro calló.
«¿Finalmente qué?»
Mi pecho dolía, dolía mucho. ¿Quién era Céfiro? ¿No era acaso mi amigo de la infancia, mi vecino, la persona a quien más amaba en el mundo? Recordaba toda nuestra vida, desde que nos habíamos conocido... Sentí arremolinarse algo en mi estómago, ¿cuándo nos habíamos conocido? No podía recordarlo. ¿Por qué no podía recordarlo? Pese a que puse todos mis esfuerzos en contener mis lágrimas, una fue lo suficientemente rebelde como para escaparse y rodar por mi mejilla.
Y de repente todo quedó en silencio.
Ni Dafne, ni Céfiro. Nadie más habló. Entonces decidí abrir los ojos y allí estaba él, el dios del agua, sentado frente a mí, con la mirada azul perdida y su cabello largo ahora recortado. Una gran sensación de paz me envolvió. ¿Por qué sentía paz? Ni siquiera lo conocía. Pero parecía que tampoco conocía a Céfiro, y quizás tampoco me conociera a mí misma.
¿Qué hora era? ¿Era de día o de noche? El cielo estaba anaranjado, como si estuviera atardeciendo, repleto de nubes rosas y pájaros de muchos colores volaban entre ellas. El dios del agua me levantó suavemente y entonces noté que además de él y yo no había nadie más alrededor.
—¿Qué pasó con ellos?— musité mientras me corría el cabello de la cara.
Él no respondió. Parecía estar tan cerca pero tan lejos a la vez. Su rostro, ya no severo sino tierno y dulce, me producía ganas de acariciarlo. Era realmente bello, y sus ojos de un azul profundo y oscuro, llenos de tristeza, golpeaban mi corazón como si fueran estacas.
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Desde las profundidades
Romance¿Qué pasaría si todos tus recuerdos hubieran sido una mentira? La vida de Runa había sido normal hasta aquel entonces: tenía familia y amigos normales, un trabajo normal, un novio normal. Pero cada vez que la lluvia caía, su corazón sentía que falt...