El dios de los vientos

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No debí haber escuchado a Dafne aquella vez. Me podría haber ahorrado todo este dolor, no solo de cabeza sino el que también llevo en mi pecho.

¿Qué otra opción tenía? Fueron muchos años acompañándola como si fuera su sombra. Finalmente tenía mi oportunidad y me aferré a ella con todas mis fuerzas. Abandoné mi palacio, mi familia y no dudé en traicionar a mi mejor amigo, a mi rey, con tal de cumplir mi sueño. Incluso engañé a mi hermana.

Y todo esto para nada, ya que al final el destino fue más fuerte otra vez. ¿Cuántas vidas más tendrá que pasar ella por esto? Ya ni siquiera sabe quién es, me encargué de hacer un desastre con sus recuerdos, y probablemente ahora me odia.

Estoy muy seguro de que me odia.

Realmente espero que me odie, no podría soportar que me perdone mientras me mira con aquellos enormes ojos llenos de compasión y lástima. No de nuevo.

Levanté mis ojos y noté que Dafne todavía me observaba con la mirada llena de desprecio. «No la culpo», dije para mis adentros mientras me encogía de hombros. «También yo debería odiarme». Llevábamos horas bebiendo sin entrecruzar palabras, solo nos mirábamos y esperábamos a que él se apareciera en cualquier momento. Nuestra traición había sido muy grave, no debería tener misericordia.

A decir verdad, tampoco deseo su perdón. Solamente quisiera que Dafne no tuviera que pasar por esto, ya que podrá parecer egoísta, malhumorada y violenta, pero en realidad ha pasado años enamorada del dios del agua mientras él miraba para otro lado. Realmente llegué a odiarlo por esto... hasta que la conocí y comprendí porqué no tenía ojos para nadie más que para Runa.

Runa... ni siquiera se llama así. Robé incluso su nombre.

Silene llegó a nuestras vidas de una forma tan anticuada... nada propia de este siglo. Ciertos pescadores alguna vez no hallaron nada más con qué alimentar a las familias de su pueblo, y por algún motivo fuera de lo común creyeron que condenando a una joven virgen a morir ahogada en el río los peces aparecerían a montones. Las viejas leyendas así lo decían, alguna anciana lo recordó y todo se descontroló. Ya hacía mucho tiempo que habíamos dejado de responder a las plegarias de los humanos, con sacrificio o no igualmente no habría peces.

La vistieron con una túnica blanca, la llenaron de flores y la tiraron al río como si fuera basura. Era huérfana y no le interesaba a nadie, simplemente la tenían allí para patear y golpear cuando algo salía mal. Entonces algo fue diferente. Él vio en ella mucho más de lo que aquellos mortales podían ver, y cruzó el umbral de los dos mundos sin dudar un segundo para rescatarla.

¿Qué podía ser aquello que él veía mientras que los otros no? Me quedé perplejo mirando a través del portal de agua sin saber qué decir. En un abrir y cerrar de ojos se había transformado en su forma animal –un magnífico dragón azul– y la rodeaba con su cuerpo, manteniéndola viva sin permitir que perdiera el aire de sus pulmones.

 En un abrir y cerrar de ojos se había transformado en su forma animal –un magnífico dragón azul– y la rodeaba con su cuerpo, manteniéndola viva sin permitir que perdiera el aire de sus pulmones

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