Tiempo de regresar

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—Lo que necesitamos ahora es movernos— comenzó a decir Ruka—. Nuestra misión es encontrar a Eterna lo más pronto posible, antes de que la encuentren aquellos que le son fieles a Merbiteras. Es probable que ya sepan que Silene despertó.

Ruka le lanzó algo a Azariel, que él atrapo ágilmente en el aire. Era Plubia, la espada que había utilizado para luchar contra su hermana. Su acero lucía un brillo traslúcido, casi fantasmagórico. Su mango, de un color similar al lapislázuli, parecía fabricado con un pedazo del mismo océano. La frase «Amor omnia vincit» resplandecía grabada a lo largo de la filosa hoja en pequeñas y detalladas letras. Era una espada magnífica, que definitivamente denotaba había sido fabricada para ser sostenida solo por el rey de reyes.

Algo dentro de mí había cambiado, se sentía como si finalmente todo se estuviera acomodando, como si mi existencia estuviera regresando a su lugar original luego de haberse perdido por mucho tiempo. Cierto peso había sido liberado y el vacío que sentía en mi interior era ahora menos profundo.

—No creo que Eterna solo te haya cuidado desde la oscuridad— dijo Azariel mientras se acariciaba la barbilla, algo que lo hacía lucir muy apuesto—. Probablemente sea alguien cercano. Piensa, Silene, debe ser alguien lo suficientemente cercano como para vigilarte, pero no tan directamente. 

—Mis recuerdos no están muy claros últimamente, pero puedo recordar tres rostros perfectamente: Céfiro, mi madre y mi mejor amiga, Mecha.

Repentinamente caí de rodillas al suelo y la verdad cayó sobre mí como un balde de agua fría. ¿Cuántos días había pasado fuera? ¿Qué pensaría mi madre de mí? ¿Y Mecha? ¿Cómo estarían? 

—¿Cuánto tiempo ha pasado?— susurré con la voz temblorosa. Tenía mucho miedo de la respuesta.

—¿Cuánto tiempo ha pasado desde qué?— preguntó Ruka atentamente.

—Desde que desaparecí— dije.

El rostro de Azariel se oscureció y comenzó a mover sus manos nerviosamente. Me miró a los ojos y, mientras me incorporaba del suelo, dijo lentamente: 

—Han pasado alrededor de dos meses.

¿Cómo pude no pensar en el tiempo que corría? Estaba tan inmersa en mis propias preocupaciones, tan pendiente de Azariel, que no me detuve a pensar en aquellos que dejaba atrás. Mi madre debía estar terriblemente preocupada, su hija había desaparecido de la noche a la mañana. No me había puesto en contacto con Mecha y ni siquiera sabía si Céfiro aún vivía allí.

En el mejor de los casos, si él ya no estaba allí, mi madre y Mecha podían pensar que quizás habíamos huido juntos, aunque no era necesario. Sin embargo lo más probable era que hubieran imaginado lo peor.

—Debemos ir— dije mientras presionaba mis uñas en los brazos de Azariel. Él hizo una mueca demostrando que le dolía, así que los quité rápidamente y le pedí disculpas. Nunca había tenido las uñas largas, probablemente crecieron mientras estuve dormida.

—Creo que Silene tiene razón— Ruka había estado un rato en silencio, probablemente pensando—. Deberían ir allí. Yo me quedaré aquí, todavía hay cosas que tengo que terminar, personas que debo visitar. Hijos con quienes disculparme. Por favor, Azariel, cuídala.

Ruka apoyó su mano en el hombro de Azariel y se acercó lo suficiente como para susurrarle algunas palabras al oído que no logré escuchar. 

—Antes de irse deben cambiarse la ropa, estos viejos trapos que tienen puestos ya no son acordes a esta época. Silene debe volver a su estilo actual, además de que tendrá que volver a utilizar, al menos temporalmente, el nombre que se le dio en esta vida. Azariel, llévate a Plubia oculta. Si algo llegara a suceder, ella acudirá en tu ayuda— mientras Ruka terminaba de hablar, la espada que Azariel aún sostenía en la mano comenzó a volverse pequeña hasta tener el tamaño de un dije.

Desde las profundidadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora