Un encuentro inesperado

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—Lamento llegar tarde— dije sonriendo mientras la persona que se encontraba frente a mí me miraba con ojos coléricos—, sucedieron cosas imprevistas.

—¿Imprevistas? ¿Otra vez?— sus lentes se resbalaron un poco por su nariz y sus ojos hicieron contacto directo conmigo— Déjame adivinar: saliste con una hora de sobra, tomaste el bus a tiempo y todo marchaba bien hasta que te topaste con mil vagabundos o ancianas que necesitaban dinero o ayuda y entonces te detuviste cien veces antes de llegar aquí.

Mecha, mi amiga de la infancia, realmente me conocía bien. Simplemente no podía evitar ayudar a otros, mi madre siempre dijo que es una gran cualidad aunque no le gusta demasiado cuando paso más tiempo fuera de la casa ayudando ancianas que a ella con los quehaceres diarios.

 —Esta vez en verdad era urgente— le dije mientras juntaba mis manos en señal de disculpas y agachaba mi cabeza pidiendo perdón—. La señora Smith no podía bajar a Pelusa del tejado y los bomberos no podían venir porque estaban ocupados con un incendio en la ciudad. No podía dejar al señor Pelusa en el tejado, Mecha, nunca podría perdonarme si algo le sucediera y no hice nada para evitarlo.

Intenté comer una de sus papas pero me golpeó en la mano. Realmente estaba enojada.

—Cómprate tus propias papas.

 —No traje dinero.

—Nunca traes dinero—sus ojos se pusieron en blanco—. Es probable que Pelusa no haya sido el único que fue salvado hoy. ¿A cuántos vagabundos les diste dinero hoy?

Levanté mis hombros intentando justificarme. ¿Por qué es así? Simplemente me gusta hacer esto. Algunas personas son felices con sus teléfonos celulares, a otras les gusta comprar zapatos, a mí simplemente me gusta darle mi dinero a los vagabundos.

 —¿Puedo beber un sorbo de tu gaseosa?— pregunté.

—Quédatela. Me iré a pedir otra cosa.

Me quedé sola mirando por la ventana mientras jugueteaba con el anillo que llevo siempre colgado del cuello. En realidad no tenía ni la menor idea de porqué siempre lo llevaba puesto, pero había estado ahí desde que podía recordarlo. Mamá dijo que un día simplemente aparecí con él y me negué a quitarmelo. Me gusta pensar que es un amuleto de buena suerte o algo así. 

Este restaurant realmente me agrada. Hemos venido aquí todos los viernes a las 19 horas con Mecha desde que tenemos quince años. Tiene un estilo antiguo y la gente que lo frecuenta suele ser agradable. Todo ha sido igual por tanto tiempo que nunca hubiera imaginado que mi vida cambiaría radicalmente aquella noche.

Mecha regresó con una bandeja repleta de papas y hamburguesas y me mostró todos sus dientes en una radiante sonrisa.

—¿Por qué tanta felicidad?

—¿Acaso eres tonta?— me dijo aún sonriendo— ¡Hoy es tu cumpleaños! ¡Finalmente eres mayor de edad, Runa Jones!

Probablemente mi boca haya quedado abierta durante algunos largos segundos mientras procesaba la información: realmente hoy, 21 de junio, era mi cumpleaños. Y no solo era mi cumpleaños, sino que estaba cumpliendo dieciocho, la mayoría de edad. 

—¡Es cierto! ¡Lo olvidé por completo! Ay, no, mi mamá va a matarme. Esto explica por qué me pidió volver temprano hoy.

—Ya hablé con tu mamá y le dije que una vez que terminemos de cenar te llevaré a tu casa. Así que ¡es hora de festejar! Vamos a comernos todo esto y luego a tomarnos unos tragos, que al fin eres mayor y ya puedes beber.

No estoy segura de cuánto tiempo pasó pero sé que luego de tomar unos tragos (que me dejaron bastante mareada) Mecha me subió a su auto y comenzamos el viaje de regreso. Todo me causaba gracia y las luces de las calles lucían más brillantes que nunca. Me dio un poco de sueño y cerré los ojos, pero entonces se oyó un gran estruendo y una maldición de Mecha,

Desde las profundidadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora