Baby It's Cold Outside

517 43 6
                                    

El menor de los velocistas estaba muy emocionado, era la primer Navidad que celebraría en su vida. Desde que llegó al pasado descubrió muchas cosas nuevas, una de ellas fue la festividad decembrina, Jaime le había contado preciosas historias del cómo la Navidad es una época tan cálida, llena de galletas, luces de color y un gordo hombre vestido de rojo repartiendo regalos por doquier.

Llevaba despierto desde las tres de la mañana, pues no podía conciliar el sueño por tanto gozo. Se controló unas horas más, pero cuando finalmente dieron las 7 am, salió de su habitación como alma que lleva el diablo. Había quedado de verse con Jaime a las 8 de la mañana para ir a comprar obsequios y los ingredientes para la cena.

Cómo regalo para Bart, todo el equipo había decidido que la celebración sería en el Monte Justicia, para hacer así de la primera Navidad del pequeño una ocasión especial.

El pequeño Allen llegó en menos de lo que canta un gallo a la residencia Reyes. Se sentó "pacientemente" en la banqueta frente a la casa de su mejor amigo y esperó. Al notar que Jaime estaba tardando demasiado sacó su celular para ver la hora.

                     7:16 am

El pelirrojo soltó un bufido, era obvia la razón por la que Jaime no aparecía, faltaban 44 minutos hasta la hora acordada. De repente escuchó una voz conocida desde el pórtico de la casa.

– Bart, cariño, creí que Jaime y tú se verían hasta dentro de 45 minutos. –

La madre de Blue era una mujer muy dulce y amable, Bart la quería muchísimo, y sus galletas de chocolate eran las mejores de todo el vecindario.

– De hecho son 44 minutos. – el menor sonrió y la mujer lo miró con diversión.

– Vamos, entra, debes estar congelandote aquí afuera. – Cómo dije, el amor hecho persona.

Bart se levantó del lugar y se adentró en la casa, de un momento a otro la calidez del lugar lo abrazó y se sintió reconfortado. El hogar estaba decorado con cientos de luces de colores, había 4 botas de tela rojas colgando arriba de la chimenea, el aroma a ponche y pan recién hecho invadió las fosas nasales del joven. Pero lo que más amó, fue ver el árbol vestido con cientos de luces de diferentes formas y tamaños, las esferas eran tan relucientes que Bart podía ver su reflejo en ellas, había pequeñas figuras colgando de las ramas, tales como hombres de nieve y bastones de caramelo. Y cómo olvidar la preciosa estrella que coronaba a éste, simplemente mágico.

Jaime no tardó mucho en bajar a desayunar, y se llevó una gran sorpresa al encontrar al ojiverde en el comedor de su casa, charlando animadamente con su madre.

– Bart, ¿Qué haces aquí? – Preguntó desconcertado.

– Jaime, ¿Qué son esos modales? – La mujer lo miró disgustada mientras negaba levemente con la cabeza.

– Descuide señora Reyes – Le dijo el menor a la madre del latino para que no lo reprendiera, luego se giró a Jaime para responderle – Lo siento, es que en verdad estoy muy emocionado que no pude esperar.

Jaime lo miró enternecido, se sentía tan dichoso de tener al pequeño a su lado.

El resto del desayuno transcurrió con normalidad. Ambos adolescentes salieron de la casa rumbo al centro de la ciudad para comprar todo lo necesario. Durante el camino, Bart no dejó de soltar suspiros y hacer ademanes de sorpresa, cada cosa que veía le parecía más fascinante que la anterior. Toda la ciudad era una fiesta cálida.

Jaime no dejó de mirarlo, ese niño lo traía loco, deseaba con todo su corazón tenerlo entre sus brazos para poder hacer de la fecha aún más especial. 

Caminaron durante horas, entre tienda y tienda, hasta que dieron las 2 pm, el momento en el que debían tomar camino al Monte Justicia.

De camino, se sentaron en una banca del parque para poder distribuir las cosas entre las bolsas de manera que todas llegaran intactas a su destino, y de paso aprovechar para descansar un rato. El más joven llevaba consigo una mochila de reno, dentro de la cual había todo tipo de golosinas, adornos y juguetes que Bart le había pedido a Jaime, y él, como buen enamorado, no le pudo decir que no.

El latino miró hacia arriba para comprobar que no fuera a nevar, cuando se percató de un pequeño detalle que colgaba encima de ellos.
Luego de analizarlo, se giró hacia el pequeño a su lado para llamarlo y hacerle un ademán para que mirara arriba.

En cuanto Bart lo notó, sus mejillas se tiñeron violentamente de rojo. Un muérdago.

Ambos se miraron expectantes, ambos lo deseaban. Así que se acercaron lentamente hasta unir sus labios en un dulce y cálido beso.
Fue entonces que ambos decidieron que querían estar juntos, por el resto de la eternidad.

𝐁𝐥𝐮𝐞𝐩𝐮𝐥𝐬𝐞 𝐎𝐧𝐞 𝐒𝐡𝐨𝐭𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora