Capítulo 38: Salvación

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𝓝𝓪𝓻𝓻𝓪 𝓔𝓻𝓲𝓴𝓪

Los primeros días fueron difíciles, sobretodo las noches. Vladimir venía a la habitación cuando anochecía para dormir conmigo, aunque de lejos esto era lo único que hacía.

— Spokoynoy nochi, kotenok... *
*buenas noches, gatito.

Después de formular estas palabras comenzaba el show. Y yo no era precisamente el espectador.

— Déjame verte.

Siguiendo sus órdenes, levantaba mi camisón mostrando mi pecho desnudo. Posteriormente, acariciaba y besaba cada rincón de mi piel. Si fuese poco este sufrimiento, soportaba también sus palabras narcisistas, egocéntricas y posesivas;

— Mía, eres mía, pequeña Kotenok...

Era insufrible.

Pero no cruzaba la línea. Conseguía controlarse y no atacarme. Simplemente, jugaba con mi cuerpo y era obligada a realizar lo mismo con el suyo.

Cuando caía rendido, yo quedaba en vela mirando por la ventana esperando el amanecer, incapaz de dormir junto a él. El día se hacía de rogar, tanto que luchaba conmigo misma para no caer en los brazos de Morfeo.

Al despertar, besaba mis labios resecos antes de vestirse y desaparecer por la puerta, para volver cuando el sol cayese.

Entonces, yo dormía.

Al principio no salía del cuarto, no solamente por miedo, sino por que no me lo tenían permitido. Arthur era el encargado de traerme cada comida y asegurarse de mi estado.

Pasaba por alto el hecho de que durmiese excesivamente mucho, asociándolo al embarazo. Por lo demás, yo intentaba aumentar mi apetito y tuve que vomitar varias veces en su presencia para mostrar signos del primer trimestre.

— Arthur...

Pareció sorprenderse levemente al escuchar mi voz ya que apenas me había dirigido a el.

— Dígame, señorita.

— Quiero salir... —susurre, y vi la negativa en sus ojos—. Por favor... —supliqué—. Al menos un poco más allá de este cuarto.

Quizás el médico era el unico ser mínimamente humano que habitaba este castillo, ya que comprendió mi situación.

— Hablaré con Vladimir sobre eso. Intentaré convencerlo.

— Gracias...

Estuve esperando su respuesta durante horas, sentada delante de la chimenea observando fijamente como las llamas se consumían.

Cuando el ultimo trozo de madera se convirtió en ceniza, Arthur me honró con una buena noticia.

— Puedes salir.

Antes de poder cantar victoria, me saco de mis pensamientos;

— Solo por esta planta. Nada de azotea, nada de bajar las escaleras. ¿De acuerdo? —pronunció—. Ten cuidado con lo que haces, hay cientos de guardias custodiando el castillo y te tendrán vigilada.

Como una niña pequeña, mis ojos destellaron de alegría.

Pase interminables horas andando por los pasillos, sin rumbo, hasta que conseguí aprenderme de memoria el plano de la planta superior.

Una tarde, note la ausencia de dos de los guardias que custodiaban el final del pasillo.
Curiosa, me acerque hacia la zona que no había podido investigar. Unas grandes escaleras bajaban hasta la planta inferior.

Estúpida Faelienne [ELDARYA] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora