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°•Una hora después•°

Black demoraba más de lo normal y los gemelos no parecían preocuparse porque estaban muy entretenidos revisando un álbum de fotos.

Harry por su lado ya había dejado de intentar jugar con Ron. El pelirrojo no parecía de muy buen humor, se encontraba enojado por el golpe que le había propinado con la pelota.

Al no tener con quien jugar, el pequeño Potter había decidido salir de su habitación para buscar algún dulce en la cocina.

Fue así como encontró a Kreacher con la mitad de su cuerpo metido en la chimenea, se sorprendió mucho y con una curiosidad inmensa corrió hacia el. Para su mala suerte termino ingresando junto con el elfo a un lugar que no conocía.

—¡Feo!—grito Harry a Kreacher con enojo—. ¡Le contaré a mi papá que querías irte!—se levantó del suelo y busco por todos lados su pelota pero no la encontraba.

—¿Se puede saber quién eres?

Pregunto una voz firme.

Harry levantó la mirada y vio a un rubio con el cabello muy largo.

—¿Y tú cómo te llamas?—le pregunto con mucha inocencia—. ¿Has visto mi pelota?

—¿Pelota?—Lucius miro al niño con mucha atención—. Tu rostro se me hace conocido... ¿De dónde eres?

—¿No tienes mi pelota bonita?

—No—le dijo con desprecio—. ¿Que te hace pensar que tengo eso?—escucho como alguien se le acercaba y giro el rostro pálido.

Voldemort caminaba a el sin dejar de sujetar su varita.

—¿Con quién hablas, Lucíus?—le pregunto—. Estamos esperandote, pero veo que mi presencia es insignificante comparada a la de un elfo.

Harry se acercó un poco al hombre con túnica larga. Lo miro con asombro y se tapó la boca con las manos evitando reír.

Voldemort  no parecía dar crédito a todo lo que veía, su peor enemigo estaba en frente de él con una edad irreconocible.

—Señor...—le dijo el pequeño Potter—. ¿Porque no tiene pelo? ¿No le da frío? ¿Su mamá le cortó su pelo?

Lucius parecía petrificado, su rostro no hacia gesto alguno mientras miraba con temor y horror a su señor esperando que levantara la varita para conjurar la maldición asesina.

Harry se olvidó de Voldemort y giro el rostro hacia Malfoy.

—Tu malo—le dijo—. Tienes mucho pelo y no le das a tu amigo.

—Silencio—susurro Lucius sin mover mucho los labios.

—Yo si tengo pelo, mira—movió su cabeza—. Yo como mucho y tengo pelo, señor—miro de nuevo a Voldemort—. ¿Cuando era niño era muy feo?

El señor oscuro no parecía escucharlo, estaba viviendo la peor de sus pesadillas. Harry Potter se estaba burlando de el, se burlaba con una edad peligrosa.

Harry siguió mirando con mucha curiosidad a Voldemot. Entonces se pudo dar cuenta de algo muy especial y horroroso.

—¡Le robaron!—grito—. ¡Señor, su nariz no está!—se tocó el rostro rápido y respiró tranquilo—. Yo si tengo nariz... Pero usted no ¿Quiero que le regalé mi nariz?

Kreacher no espero que Harry dijera algo mas, se acercó rápido hacia el, lo cogió de la mano y aparecieron en el cuartel general.

—¡Pelota!—dijo feliz el azabache al encontrar su juguete en un rincón de la cocina—. Aquí estás, no te vayas—la sujetó muy fuerte.

Fred bajaba las escaleras rápido mientras gritaba el nombre de Harry con miedo y preocupación, en pocos segundos se le unió Ron.

Llegaron a la cocina y pudieron por fin sentir algo de tranquilidad al encontrarlo sano y salvo.

—¿Donde has estado?—le pregunto Ron molesto—. Casi morimos de un paro cardíaco al no verte.

—Me fui a ver a un señor que no tenía pelo, luego vi a otro señor que tenía mucho pelo. También el señor que no tenía pelo, se había quedado sin nariz, me dio pena y quería darle mi nariz.

—¿Pelo?

—Si, su cabeza tenía frío porque no tenía pelo.

—Cabello—le corrigió Ron—. Se dice cabello.

Fred se acercó a Harry, lo cargo y con una sonrisa le dijo:

—Tienes una imaginación única, pero no quiero que vuelvas a irte sin avisar. ¿Está bien? Lo menos que necesito son problemas.

Harry asintió.

—Sera mejor que lo subamos a su dormitorio—le dijo Ron—. Sirius no demora en llegar.

Mientras subían las escaleras, Harry no dejaba de tocarse la nariz para poder asegurarse que la tenía aún en su rostro. No quería parecerse al señor raro.

Sirius llegó cinco minutos después, su ahijado le contó toda su aventura del señor sin nariz.
Una historia que el animago la tomó como simple imaginación, de la que no tenía que preocuparse.







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Cuidando del pequeño Harry Donde viven las historias. Descúbrelo ahora