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La noche de finales de octubre era fresca pero agradable. A estas alturas del otoño, el cielo londinense, cuajado de brillantes estrellas, resultaba poco corriente. Recostado sobre una tumbona en la oscuridad, Jungkook intentaba desconectar su mente de su último negocio sin conseguirlo. Estaba agotado, pero reconocía que había valido la pena; tras casi un mes sin parar de viajar de costa a costa de los Estados Unidos, había conseguido cerrar la operación de forma muy satisfactoria para su empresa. El hombre suspiró; era consciente de que esa noche le costaría conciliar el sueño, la adrenalina aún fluía por sus venas a toda velocidad.


De pronto, escuchó cómo se habría la puerta corredera de cristal del piso de al lado y vio salir a un hombre apenas envuelto en una pequeña toalla de baño. La sugerente figura, ajeno por completo a su presencia, se apoyó sobre la baranda de acero y cristal y permaneció inmóvil, mientras contemplaba la vista espectacular de los rascacielos de Canary Wharf y los muelles a sus pies.

A pesar de la oscuridad, Jungkook admiró las largas piernas, esbeltas y bien torneadas, que asomaban bajo la pequeña toalla blanca que apenas le llegaba a medio muslo; era evidente que acababa de salir de una ducha caliente y, a pesar de la ligera brisa que subía desde el río, la posibilidad de coger un resfriado no parecía preocuparle en lo más mínimo. El chico —tampoco podía estar seguro de su edad, pero algo le decía que era joven— llevaba el pelo revuelto, con mechones que se disparaban para todos lados, pero a la escasa luz de la terraza no pudo distinguir su color.

A Jungkook le picó la curiosidad. Le sorprendía que a su vecino Paul Winston, que ya debía de haber cumplido los sesenta y cinco años, se hubiera echado un joven amante. En realidad no era un hecho extraordinario, simplemente, nunca le había parecido ese tipo de hombre. Aunque estaba de espaldas, había algo en la figura del joven, tan quieto y relajado, que lo atraía con fuerza y, de pronto, sintió un intenso deseo de ver su rostro.

—Es una noche preciosa, ¿no es cierto?

El chico se volvió había él, visiblemente sobresaltado, y un grito ahogado escapó de su garganta.

—¿Quién es usted? ¿Qué hace ahí escondido?

A pesar de la desazón que detecto en su tono, la voz del joven, dulce y picante como un buen coñac, hizo que a Jungkook se le erizarán los pelos de la nuca. Seguía sin poder distinguir bien sus rasgos, pero percibió que era bonito y que sus ojos eran pequeños, aunque tampoco en esta ocasión fue capaz de adivinar su color.

—No me escondo —respondió con tranquilidad—. Soy su vecino y me limitaba a disfrutar de esta noche tan agradable

El joven trató de atravesar las tinieblas con sus pupilas, pero lo único que distinguía entre las sombras era el tono oscuro de su cabello y la silueta poderosa.

—No sabía que tenía un vecino. Llevo viviendo aquí casi un mes y nunca he visto ninguna luz en su piso —comentó él al fin.

—Acabo de regresar de Estados Unidos por motivos de trabajo —explicó Jungkook.

—¿Viaja mucho? —preguntó, curioso, sin que el hecho de estar medio desnudo pareciera importarle demasiado.

—Bastante, sí. —Pero Jungkook no se dejó distraer y volvió al tema que le interesaba—. Así que ha venido a vivir con Paul...

Algo más que vecinos •kookmin• AdaptaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora