María
Eran las 14:00 cuando nos despedimos y me dirigí a mi piso. Anduve por las calles de Madrid una media hora. Veía a la gente pasar, pasaban tan rápido que lo comparé con la vida. Nosotros pasamos por ella un tiempo casi insignificante para todos los millones de años de existencia; igual que las personas caminan por la calle. Puede que fuera una reflexión un tanto obvia, pero tampoco me lo había planteado así antes. Es verdad eso de que la vida son dos días... Tengo la suerte de trabajar en lo que me gusta. He conseguido tener un piso propio y tengo unos amigos geniales, pero ¿qué estoy haciendo en el amor? Carlota me vino a la cabeza. No. Eso no es amor. Aún así por un momento se me pasó por la cabeza cómo sería mi vida con amor, compartiendo mi vida con alguien. Me encantaba lo que veía pero no se parecía a lo que tenía ahora. Y lo que tenía me gustaba. ¿Me gustaba? Supongo. No estaba mal, ¿no? Carlota y yo nos acostábamos sin compromiso, sin amor, sin ataduras. Ni siquiera sabía si se acostaba con alguien más. ¿Pensaría ella que yo lo hago? Quizá. La realidad es que yo no sería capaz de acostarme con varias personas simultáneamente. Cuando pensaba en si ella lo hacía, no me extrañaba en absoluto la idea. Tuve que obligarme a dejar de pensarlo e imaginármelo.
Carlota
Una vez que se fue María me vestí, estiré la cama y pedí algo de comer. Después del sexo siempre me moría de hambre. Llegó el repartidor con la comida, me miró de arriba abajo pero su mirada se quedó mirando mi camiseta. Bajé la mirada para ver qué le había hecho fijarse. Llevaba la camiseta al revés y, aunque me avergoncé, intenté restarle importancia.
- ¿Cuánto es? -dije para desviar su atención.
- Eh... sí perdona. Son ocho con cincuenta. -dijo mientras me entregaba mi pedido. Le di un billete de diez y él los cambios. Regresé al salón donde previamente había puesto un mantelito y unos cubiertos al los lados de un plato. Cogí mi móvil, para revisarlo, tenía una llamada perdida de María. "Seguramente no lo haya oído porque estaba en la puerta hablando con el repartidor", pensé. Le mandé un mensaje "Perdona, no lo he oído. ¿Pasa algo?". Era raro que María me llamara, siempre mandaba mensajes con un día para quedar, y el sitio siempre era el mismo, el bar de un amigo que nos pillaba a mitad de camino. El móvil emitió un sonido y un mensaje apareció en la pantalla: "Hola, ¿podemos vernos esta noche? Tengo que comentarte algo". Miré sorprendida el texto porque nunca nos contábamos nada. "¿Tantas ganas tienes ya?", bromeé porque no me gustaba la frase tengo que comentarte algo y mi mecanismo de defensa ante los temas serios siempre era bromear. "No, va en serio. ¿Esta noche a las 20;00?", contestó ella más seria de lo habitual. "Ahí estaré". ¿Sobre qué me querría hablar María? Le di vueltas al tema mientras colocaba la comida en el plato.
El resto de la tarde cogí mi guitarra y mi libreta, me senté en el sofá y compuse hasta que fueron las 19:30. Dejé la guitarra a un lado del sofá y la libreta en una mesita de cristal justo delante. Encendí mi altavoz. Ya podía empezar a arreglarme o iba a llegar tarde. La música inundaba toda mi casa. Me duché rápidamente, me puse unos pantalones pitillos negros, un conjunto lencero negro, un jersey de cuello vuelto beige y unos botines marrones. Me lavé los dientes, me eché tanta colonia que me sabía hasta la boca, me puse el reloj, las pulseras y los pendientes de aro de oro y metí todas mis cosas en un bolso rojo. Revisé mentalmente que no me dejaba nada "Cartera, llaves, móvil, auriculares, gafas...", dije en alto mientras revolvía el bolso. Salí de casa y pasado un par de minutos, llegué a la boca del metro. Iba un poco tarde pero siempre lo hacía.
María Después de recibir el último mensaje de Carlota estuve tocando algunas de mis canciones favoritas al piano. Me liberaba hacerlo, y también me sentía mucho más segura. Perdí la noción del tiempo y dieron las 19:00. Con lo que tardaba en arreglarme iba a llegar tarde. Me metí en la ducha corriendo y el agua caliente me hizo cerrar los ojos, me quedé pesando en qué le iba a decir a Carlota, todavía no lo sabía y le había citado yo para hablar. Qué mal. Unas huellas con agua se marcaron el suelo desde el baño hasta mi habitación. Joder, casi me caigo. Elegí un top blanco ajustado y unos vaqueros pitillos que me marcan el culo. Cogí una chaqueta porque me di cuenta de que iba a pasar frío. Me acabé de maquillar y de peinarme. Salí corriendo y casi me olvidé el móvil que había dejado cargando en la mesilla. Salí a la calle y un sol que amenazaba con ocultarse entre los edificios me cegó. Mierda. Las gafas. Ya no podía volver porque llegaba tarde. Me puse a andar hasta que llegué al bar donde habíamos quedado, el de siempre. Antes de entrar eché una ojeada y la vi en la barra. Estaba guapísima, aunque no era raro. Entré y me miró desde su taburete, sonriente, segura, impecable. Bajó los pies para saludarme con dos besos.
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