Calle arriba

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Carlota 

Fui con Rodrigo a picar algo por el centro y después me dejó en casa. Me tumbé en el sofá y puse la tele de fondo solo para que el silencio no se apoderara de mí. Entré en mi correo, vi uno nuevo.
"Buenos días. Contactábamos con usted para ofrecerle un trabajo. Hemos visto el trabajo que hace en sus redes sociales y cómo se desenvuelve en el mundo de la música. También tuvimos el placer de escucharle en el karaoke de Aquí Madrid, el bar donde suele cantar. Querríamos contar con usted en uno de nuestros proyectos. Una gira por España con nuestro grupo, Gente. La vocalista ha tenido unos pequeños contratiempos y no podrá acompañarnos. Puede encontrar nuestra información en www.gentemusica.es o en este correo. Si al final está interesada, podríamos concertar una reunión y conocernos para poder hablarlo todo bien y con tiempo.
Gente."

No me lo podía creer, me querían a mí para ir a una gira por España. Y me trataban de usted, madre mía. Definitivamente tenía que conocerlos. Les envié una respuesta aceptando y ofreciendo un sitio que conocía, era tranquilo y se podía hablar. Estaba tan ilusionada que llamé a mi madre para contárselo. Últimamente no hablaba mucho con ella, pero nos seguíamos queriendo mucho. Se alegró mucho por mí, casi ni me di cuenta pero se había hecho la hora de irme. Bajaba por el ascensor cuando mi móvil sonó. Era la contestación de Gente, no podía pararme a leerlo ahora porque tenía que ir a casa de María para pasarla a buscar y llevar a cabo la sorpresa. Llegué a su portal y llamé para que bajara. Así lo hizo en menos de tres minutos. Nos saludamos con un abrazo y un meso en la mejilla. 

- ¿Preparada para tu sorpresa? -dije yo, misteriosa pero risueña. 

- He nacido preparada, nena. 

Reímos ambas porque desprendía cierta labia pero de una forma exagerada. 

- Pues vamos allá. 

Extendí mi mano y ella la agarró, caminamos hasta llegar al sitio. Era una plaza, que estaba llena de jóvenes tocando por todas las esquinas, de hombres y mujeres pintando en cada banco, de ancianos leyendo. Había arte por cada poro de ese rinconcito de cuidad. Giré su brazo para poner su cuerpo delante del mío y nos miramos. Ella sonreía tanto que le debía doler la cara.

- ¿Te gusta? -pregunté mirando al suelo. 

- Claro, me encanta. Es genial -cogió con su mano mi barbilla para que le mirara y yo sonreí-. De verdad, muchas gracias. ¿Lo vemos? 

Nos recorrimos cada centímetro de ese pequeño mundo, le compré una ilustración que pareció encantarle desde el minuto uno. Estaba feliz y eso me gustaba. Aunque todavía no sabía por qué. Fuimos a cenar a un italiano. 

Yo pedí unos espaguetis a la carbonara, sin duda mis favoritos y ella pasta al pesto, también su favorita. Cenamos tranquilas, compartiendo historias y sin preocupaciones. 

- Me han contactado para hacer una gira por España, estoy súper contenta. 

- ¿En serio? Qué guay. Car, esta puede ser tu gran oportunidad -dijo mientras puso su mano encima de la mía-. 

Bajé mi mirada a nuestras manos y sonreí. ¿Por qué lo hice? No lo sabía por qué me gustaban esos gestos, pero lo hacían. 

- Eso espero, pero aún quedan muchas cosas que hablar -dije subiendo la mirada a sus ojos. 

Pagué yo la cuenta a pesar de sus súplicas al camarero por hacerlo ella. 

- Venga, vamos a otro sitio. 

- ¿Otro? Te lo has preparado, eh... 

- Sí, pero queda la última y es importante -dije yo levantándome y casi haciendo lo mismo con ella. 

Caminamos charlando y llegamos una heladería. 

- ¿Helado? Estamos en noviembre, Carlota.

- Lo sé, lo sé, pero espera tan solo un momento. 

Tiré de su mano hacia el interior. 

-¿Me pone dos tarrinas, una de chocolate y otra de mango, por favor?

Su cara era una mezcla de alegría y desconcierto. 

- ¿Cómo sabías que...? Creía que no había ninguna que tuviera de mango.

- Me lo dijiste, hace un tiempo. Encontré esta y sabía que te gustaría.

- Es verdad, y... ¿te acuerdas? 

- Claro -dije pagando otra vez y cogiendo las dos tarrinas. 

- Es un detallazo, la verdad. Muchas gracias. 

Me dio un beso lento que supo a gloria. 

-Voy a hacerte más sorpresas solo por los besos de después. 

-¡Qué pava eres!

Me volvió a besar esta vez mucho más tierna. Llegamos a mi casa después de andar un rato. 

-Bueno, yo... 

Mi boca interrumpió el trabajo de la suya juntando nuestros labios. Fue un beso largo, que acabó con mi espalda pegada a la pared, mis manos sujetaban su cara, y las suyas mis caderas. Nos acabamos separando para coger aire. 

- Tú... ¿qué? -dije con cierta picardía.

- Yo casi que me quedo.

Subimos y nada más llegar me volvió a besar, esta vez mucho más apasionadamente. Fuimos hacia atrás hasta que ella chocó contra mi encimera, la senté encima, y sus piernas rodearon mi cintura, mis manos recorrían su espalda y las suyas mi nuca. Pronto pasaron a bordear mi camiseta. Y más pronto todavía se metieron dentro de ella. La suya voló hasta el suelo de mi piso. Mis besos pasaron a su cuello mientras desabrochaba su pantalón y caían en el suelo. Bajé mi boca poco a poco y se encontraron con su pecho, en que también dejé marca. Me entretuve ahí.
-Car... -susurraste casi en un hilo de voz-. Más...
Oír  mi nombre de tu boca en estas circunstancias me ponía muchísimo pero tú seguramente ya lo sabias.
Acabé arrodillada en el suelo mirando mi objetivo y jugando con mis dedos como un mago juega con sus cartas. Y vaya si jugué mis cartas. Ella también las supo jugar. Fue una noche increíble. Uno de los mejores polvos de mi vida, sin duda. Acabamos en mi cama tras una sesión de sexo interminable. Cuando me desperté, noté mis piernas enlazas a las tuyas y sus manos atadas a mi espalda, respiraba muy lento y me acordé de lo rápido que lo hacías anoche. Sonreí por el recuerdo. Me vestí sin hacer ruido, una camiseta azul y unos pantalones de chándal grises, unas zapatillas blancas y un sudadera del mismo color. Cogí las llaves y el paquete de tabaco. Me encendí un cigarro y dejé el mechero encima de la mesa. Salí por la puerta y cuando llegué al portal me puse en marcha calle arriba.

ArriesgarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora