Siempre que quieras

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Carlota 

- Yo... -dije desconcertada, esa respuesta era lo último que me esperaba oír.

- La he cagado, ¿no? Claro que sí, María ¿Cómo no? -se dijo a sí misma contundente-. Perdona, yo... lo siento...

Yo interrumpí tus palabras para juntar nuestras bocas. Al principio no me correspondió,  pero supuse que era porque estaba desconcertada. 

- Me gustas, María -otra bomba, esta vez para contrarrestar la otra-. Pero no sé si quiero etiquetas de momento. Nos gustamos, seguiremos quedando, nos seguiremos conociendo y luego pasará lo que tenga que pasar. 

Sonreímos ambas. Estábamos en el mismo punto. Quizá no exactamente en el mismo, pero muy cerca. 

- Vale, me parece perfecto. 

Se abalanzó sobre mí en un abrazo lleno de cariño. Su cuerpo venció al mío y mi espalda a tocó el sofá. Quedándonos una encima de la otra, casi media hora. Su cabeza descansaba en mi pecho. 

- El otro día por la mañana no estabas -soltó de repente, rompiendo el silencio. 

- Fui a por churros, ya te lo dije. 

- Lo sé, pero no lo vuelvas a hacer, por fi -dijo separando tu cabeza para mirarme.

- ¿No te gustaron los churros? 

- Los churros sí me gustaron, pero despertarme y que no estuvieras en la cama no. 

Sonreí y enterró su cara entre mi cuerpo y el sofá. 

- No lo volveré a hacer -dije sonriente. 

- ¿Me lo prometes? -preguntó todavía en ese hueco. 

- Te lo prometo. 

Sacó su cabecita de ahí, me miró como un niño mira las estrellas, se acercó rápida y dejó un pico en mis labios. Yo reí porque parecía una niña pequeña. 

- ¿Puedo quedarme? -pregunté perezosamente.

- Siempre que quieras. 

Esas palabras se me grabaron totalmente. No me las podía sacar de la cabeza. Siempre que quieras. Parecía una tontería pero significaba que ahí tenía un hueco, y eso era muy bonito.
Pasamos la noche con besos, películas que no veíamos y charlas hasta las tantas.
Dormimos en el sofá, ella encima y yo debajo. Me gustaba eso. Mucho. Más de lo que nunca habría pensado. 


María 

Un sol de invierno penetró por la ventana del salón. No me quería levantar para no despertar a Carlota, aunque ella estaba abajo. Mi móvil estaba en la alfombra, alargué el brazo para alcanzarlo y lo conseguí. Miré la pantalla, tres llamadas perdidas de Valentina y otra de Sofía. Miré el reloj en la parte superior. Mierda, mierda, mierda. La 13:30. Tenía que estar casi llegando a casa de mi madre. No quería levantarme sin decirle nada porque le había dicho por la noche que no me gustaba que lo hiciera. 

- Car, buenos días -dije con un hilo de voz. 

Le pasaba la mano por su mejilla pero no reaccionaba. 

- Carlota, es muy tarde. 

Soltó un gruñido y abrió un poco los ojitos, en cuanto me vio, sonrió, y yo también lo hice. Le di un beso y me levanté. 

- Ya es la una y media. 

Eso bastó para sacarte de la cama en tres segundos. 

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