Capítulo 19.

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Muy bien, esto no me puede estar pasando.

Pongo mis manos sobre mis muslos para tratar de detener el movimiento nervioso de mis pies, ya que los hombres que están sentados a mi lado me están mirando casi con exasperación.

Trato de concentrarme en el camino pero no puedo, de hecho creó que de tanto ver al frente me estoy mareando.

—¿Puede bajar el vidrio? —le pido al hombre de mi izquierda.

—¿Tiene calor? —me pregunta el hombre que me guió en el restauran y que va en el asiento de copiloto— Porque el aire acondicionado está encendido.

—Necesito aire natural —me excuso.

Nadie dice ni hace nada, trato también de relajarme en mi lugar pero no puedo, estoy sentada con la espalda recta y casi a la orilla del asiento.

Veo como pasamos la casa de Maggie y se que nos estamos acercando al castillo, quiero preguntarles a los hombres que porqué me llevan ahí pero aunque no quiera aceptarlo se que estoy metida en problemas.

Demonios.

Un nudo se acentúa en mi estomago cuando veo el enorme portón negro que rodea el castillo, trago en seco cuando lo pasamos y siento como si las enormes paredes se me vinieran encima.

Muy bien, tranquila, respira.

—Hemos llegado —avisa el hombre en el puesto de copiloto, quien al parecer es el jefe del escuadrón de seguridad.

No tengo porque estar nerviosa, no me pueden hacer nada.

Los hombres que van a mis lados abren las puertas y salen del coche uno mantiene la puerta abierta para mí e incluso me presta su mano para ayudarme a salir, cuando se la doy se la arrebato casi enseguida, estoy sudando muchísimo.

Cuando finalmente salgo del todo, siento el aire fresco envolverme, los hombres forman un círculo alrededor de mí y comenzamos a caminar hacia la entrada del castillo donde dos guardias nos abren las puertas, avanzamos y no tengo tiempo en detenerme a detallar el lugar, pues rápidamente entramos a un salón pequeño.

—Será presentada ante el rey de Liechtenstein —declara el jefe del escuadrón.

No me dan tiempo ni de analizar las palabras cuando me están empujando suavemente dentro de otro salón, donde hay un trono ocupado por un hombre –que espero no me reconozca– al que acompañan otros dos hombres más jóvenes.

Me quedo paralizada no al ver al hombre al que abofeteé.

Santo cielo, he conocido a muchísimos príncipes e incluso reyes jóvenes pero este trio es especialmente único, los tres son rubísimos y se parecen un montón.

—Ante ustedes el Rey Friederich Thomas Konrad Thaddäus —la voz del vocero me hace dar un pequeño brinco— El Príncipe heredero; Dominik Franz Konrad Thaddäus y Adrien Andersen Konrad; Regente de Liechtenstein.

Veo como todos hacen una reverencia y rápidamente los imito.

El vocero vuelve hablar.

—Alteza, Príncipe, Regente, ante ustedes la señorita Eliana Ludwing.

Los tres hombres que están tres escalones por encima de mí me miran de pies a cabeza y siento como mis mejillas se empiezan a calentar en vergüenza, entonces el hombre que está sentado en el gran trono habla; —Pueden retirarse.

La Corona de Aragón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora